miércoles, 2 de mayo de 2018

El año del sol tranquilo (1970). Wilson Tucker

Con la presente entrada inicio la reseña de las novelas ganadoras o nominadas a los premios Nébula en la década de los setenta que no habían tenido hasta ahora una entrada independiente en este humilde blog. Voy a hablarles en esta oportunidad de "El año del sol tranquilo", del estadounidense Wilson Tucker. Un escritor con una historia personal singular, ya que su principal vinculación con el género fue la de aficionado ferviente, editor de fanzines y asistente permanente a las convenciones anuales de ciencia-ficción. Solamente con los años se animó a desarrollar su propia carrera literaria, y siempre en un discreto segundo plano. Carrera que alcanzó su punto álgido con esta novela, nominada para los premios Nébula de 1971, en los cuales venció el clásico indiscutible de Larry Niven, "Mundo Anillo". Y que resulta una obra sorprendentemente efectiva y disfrutable sobre el viaje en el tiempo, gracias a la relativa simplicidad con la trata tan escabroso tema el autor.

Y es que Tucker, como digo aficionado antes que escritor, en ningún momento de este relativamente corto libro intenta ocultar (quizá porque ni siquiera es consciente) sus relativas limitaciones como creador de historias: estamos ante una novela sencilla para lo que es habitual en el género, con muy pocos personajes, que salvo en su inicio transcurre en una única Estación de Investigación en Illinois, con una única línea narrativa, un estilo directo sin apenas artificios literarios... En suma, una falta total de pretenciosidad.

Y sin embargo esa falta de pretenciosidad se convierte en su mayor baza: ya en los capítulos iniciales Tucker explica hasta "donde puede" la viabilidad del viaje en el tiempo, con los mínimos elementos pseudocientíficos necesarios, limitando el ámbito temporal a la disponibilidad real de energía en cantidades ingentes, y recurriendo al sentido común a la hora de equipar las expediciones. Pero es cuando se inician las visitas al futuro cuando más claramente se evidencia que Tucker no desea transitar por arenas movedizas: sólo nos relata cuatro expediciones, la primera de reconocimiento con tres exploradores implicados (Chaney, Moresby y Saltus) pero sin que lleguen a encontrarse en el "futuro" de 1980, y las otras tres, exploraciones individuales de cada uno de ellos a un periodo comprendido entre 1999 y aproximadamente el 2030. Todas ellas evitando además las temidas paradojas o contradicciones de los viajes en el tiempo: ¿que un personaje no puede volver para no alterar la realidad? Pues no vuelve (Chaney). ¿Que no puede revelar un secreto sobre su vida personal? Pues un pacto entre caballeros que impide revelarlo (Saltus - Chaney).

Y como telón de fondo, unos E.E.U.U. que desembocan gradualmente en una fatal guerra civil, y un triángulo amoroso (Saltus - Kathryn - Chaney) al cual el viaje en el tiempo se encarga de dar consistencia y un toque de emotividad. En realidad, nada especialmente novedoso, con una catastrofismo previsible y un cierto racismo latente fácilmente tolerado por el público anglosajón. Pero creíble, y por tanto fiable para lograr la ansiada verosimilitud de toda novela de viajes en el tiempo.

Eso sí, el libro adolece de defectos apreciables. Comenzando por las ya citadas limitaciones (reales o auto-impuestas) de Tucker, siguiendo por la tardanza en el inicio de los viajes temporales (¡casi media novela!), sin olvidar el escaso periodo de futuro que cubre la novela (apenas sesenta años), y terminando con la clara sensación de que se podía haber aprovechado el Vehículo de Desplazamiento Temporal para obtener una perspectiva mucho más amplia. Pero la cautivadora tensión del último tercio de la novela hace que la impresión global al terminar la lectura sea positiva. Incluso a pesar de todos los años transcurridos desde que se publicó.

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