Con esta nueva entrada prosigo la revisión de las principales sagas de ciencia-ficción disponibles para el lector en español. Le toca el turno en este caso a la saga de Dune, obra cumbre del norteamericano Frank Herbert y una de las más leídas en la historia del género. Su popularidad es tal que, incluso después de la muerte de Herbert, su hijo Brian ha seguido completándola con varias novelas adicionales, escritas en colaboración con el escritor Kevin J. Anderson. Pero ciñéndonos a las novelas que para la saga escribió su creador, ésta consta de los siguientes títulos:
"Dune" (1965)
"El mesías de Dune" (1969)
"Hijos de Dune" (1976)
"Dios emperador de Dune" (1981)
"Herejes de Dune" (1984)
"Casa Capitular Dune" (1985)
A diferencia de otras sagas ya reseñadas en este mismo blog, no recomiendo leer todas las novelas de la misma, ni mucho menos las precuelas publicadas por su hijo. Y ello a pesar de que en su momento ya reseñé "Dune" como parte de mi lista de 15 títulos esenciales para iniciarse en el género. Sin duda "Dune" es una excelente novela, y crea un universo riquísimo en posibilidades. Es lógico pues, que Frank Herbert, consciente de ese filón, empleara las siguientes dos décadas en explotar esas posibilidades. Pero no logró estar a la altura: simplemente fue complicando la trama con cada entrega hasta niveles insospechados, administrando cuidadosamente los acontecimientos y afectando a la calidad global de la saga. Por todo lo cual recomiendo leer solamente hasta "Hijos de Dune", la tercera entrega de la saga y la última que reseñaré en este mismo blog.
"El mesías de Dune" se publicó cuatro años después de la novela original, y las expectativas por aquel entonces eran tremendas. Expectativas que en general no se cumplieron: se trataba de una novela mucho menos voluminosa que la original y sin el aliciente de descubrir un nuevo universo. Herbert retoma la historia 12 años después del final de "Dune", con Paul Muad'Dib erigido ya en emperador tras la Batalla de Arrakeen. Por lo cual los elementos principales de la novela son los mismos de Dune (la Bene Gesserit, el Gremio Espacial, los Fremen, las Casas...), pero ya se empieza a intuir que Herbert está dispuesto a hacer de su obra maestra un filón cuando recurre al concepto de los ghola (seres humanos desarrollados a partir de unas pocas células de individuos ya muertos), con el que permite revivir a Duncan Idaho en la figura de Hayt. En otras palabras, abriendo la veda del "todo vale".
Ni siquiera es el único artilugio rebuscado al que recurre Herbert; otros ejemplos son el Danzarín Rostro o los poderes de los mentats. Pero es que además de percibirse esa sensación de alargar la saga "por donde sea", subyace continuamente en la lectura una sensación de penumbra, de falta de hilazón, de capacidad para comprender y dimensionar cuanto sucede. Tampoco ayuda que sea una novela que funcione a menos niveles que su predecesora, ni que esté excesivamente centrada en la figura de Muad'Dib. De hecho, estoy convencido de que los auténticos aficionados de Dune son conscientes de que en esta segunda entrega son varias las incoherencias argumentales en las que incurre su autor.
Entonces, ¿por qué recomiendo la lectura de "El mesías de Dune"? Pues sobre todo porque "Dune" es una novela demasiado excepcional como para negarle siquiera el derecho a una continuación. Aunque también porque aun siendo escasa en episodios de acción, es una novela razonablemente entretenida, que mantiene el marco escénico y la ambientación de su predecesora, y su mezcla de culturas en ese planeta tan fascinante que es Arrakis (para mí, el verdadero protagonista de la saga). Y porque aunque los acontecimientos se ralenticen, hay capítulos que recuperan el nivel de la original, especialmente aquellos en los que se desencadena la conspiración planteada por Herbert. Lástima que sean los menos.
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