viernes, 9 de septiembre de 2011

#9 La mano izquierda de la oscuridad (1969). Ursula K. LeGuin


Tercer título de la lista publicado en el año 1969 (en mi opinión, la mejor cosecha de la historia de la ciencia-ficción), La mano izquierda de la oscuridad es la primera novela de las que componen mi lista escrita por una mujer, lo que se deja sentir incuestionablemente a lo largo de la lectura.

La mano izquierda de la oscuridad es una novela honda, muy bien construida sobre dos pilares inusuales: la ambisexualidad y el frío. La fisiología sexual guedeniana (el hecho de que los humanos sean asexuales la mayor parte del tiempo y puedan adoptar uno u otro sexo durante el breve periodo que dura el kémmer, explicado estupendamente por cierto en un capítulo monográfico) condiciona completamente las relaciones personales. Aunque más determinante, si cabe, resulta Invierno/Gueden, el planeta creado por LeGuin. No sólo por la contraposición entre el feudal y vitalista Karhide y el burócrata y anodino Orgoreyn, sino también porque sus condiciones climáticas extremas se reflejan con habilidad en el modo de vida de sus habitantes.

Otras dos virtudes se descubren conforme se avanza en la lectura. Por una parte, los encuentros y desencuentros de sus dos protagonistas, Genly Ai y Estraven: fascina la visión que van ofreciendo el uno del otro en cada instante, la cual desemboca en una inesperada amistad (aunque no siempre se comprenda el interés que suscita en Estraven "El enviado"). Y por otra, la base social y científica que sustenta un mundo a priori más propio del género fantástico: desde la justificación del clima del planeta hasta la propia misión de Ai en nombre del Ecumen (lograr que Gueden se una mediante esta institución al resto de la humanidad).

Otros aspectos positivos de la obra son la prosa cálida a la vez que rigurosa de LeGuin, que cambia de registro según lo requiere la acción; las abundantes reflexiones tanto sobre las vivencias puntuales de los personajes como sobre la vida en general; unos personajes secundarios bien caracterizados; unos capítulos siempre bien estructurados; y varios pasajes realmente formidables (la prisión de Ai en la granja Pulefen, el tramo final de la travesía en trineo por el Norte...).

Los defectos son escasos y de poca envergadura: religiones y cultos un tanto abstrusos y de limitada relevancia dentro de la narración (handdara, yomesh); el alto número de orgotas con intenciones dispares, lo que facilita perderse entre sus intrigas; alguna referencia innecesaria al planeta Tierra (¡¿Papá Noel?!); y la inesperada utilización al final de una prescindible comunicación telepática. Ninguno de ellos empeña, no obstante, los méritos de esta novela intemporal, un clásico imprescindible en cualquier selección del género.

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