domingo, 3 de mayo de 2020

Viaje interminable (1975). Marion Zimmer Bradley

Una nueva entrada continúo reseñando novelas de las escritoras más representativas en la literatura de ciencia-ficción. Vamos avanzando en el tiempo y nos situamos ya en 1975, año en que vio la luz "Viaje interminable", de la estadounidense Marion Zimmer Bradley. Una escritora conocida sobre todo por sus novelas de fantasía (con la famosa "saga de Darkover" a la cabeza), pero que también cultivó a lo largo de su carrera el género de ciencia-ficción. Y a la que quizá su controvertida vida personal (pueden bucear en internet si tienen curiosidad, no considero que esta entrada sea el lugar para hablar de ello) le ha repercutido negativamente desde su fallecimiento, dado que no ocupa en la actualidad la posición de relevancia que probablemente merecería. Una posición en la que "Viaje interminable" debería ser una de las mejores razones: una injustamente olvidada novela que no ha perdido apenas frescura en casi medio siglo, especulativa, dinámica, amena, bien escrita... Y que deja con ganas de más.

Las claves del resultado satisfactorio de la novela son desde mi punto de vista dos: en primer lugar, la idea de partida, ese cuerpo de Exploradores que recorre perpetuamente nuestra galaxia en busca de nuevos planetas habitables para colocar en ellos transmisores que posibiliten la teletransportación instantánea entre los mundos; y en segundo, el desarrollo de esta idea en tres partes claramente diferenciadas, que muestran las particularidades de la vida de los Exploradores, el rechazo que generan entre los "mundanales", y que cierra brillantemente el círculo al final regresando al planeta Laselli a pesar de la amenaza que supuso al principio.

Ese desarrollo fluido y que aprovecha muchas de las posibilidades especulativas del argumento se ve facilitado por un elenco de personajes equilibrado en lo humano y en lo profesional, y cuyas inquietudes resultan francamente verosímiles. Empezando lógicamente por su protagonista, Gildoran, cuya responsabilidad va aumentando conforme pasan los años a bordo de la Gypsy Moth, y siguiendo por otros bien caracterizados como Gilrae, Gilraban, Gilhart, Gilramie, Gilmerrit... A pesar de la corta extensión del libro y de que sus nombres comiencen siempre por "Gil", resultan fácilmente reconocibles y cercanos.

A lo anterior hay que añadir un alto ritmo narrativo, momentos de tensión, la intriga y la aventura que envuelven la exploración de Mundoinfernal, lo cuidado que está el elemento científico en aspectos tales como la vida a bordo de la nave o la geología, la biología y hasta las amenazas de los planetas visitados, la fascinante visita a la apabullantemente verosímil Incubadora, o el vistazo a Anfitrión (el planeta de origen de los Exploradores). Muchos aciertos.

Sin embargo la novela no llega a alcanzar la categoría de "clásico" a causa de unos pocos defectos que diluyen en parte tantos aciertos. Dos de ellos derivados del propio Gildoran: sus continuos y un tanto desquiciantes vaivenes sentimentales, y la frecuencia y en ocasiones ingenuidad de sus pensamientos, que con tanto ahínco nos muestra Bradley y que a veces fatigan más que revelan. Otro fallo son los poohbears y lo poco que se explica sobre la única especie alienígena conocida así como de su abnegación en el cuidado de los niños. Y por último la propia concisión de la novela, que se pone de manifiesto sobre todo en una tercera parte apresurada, a la que le habrían sentado muy bien treinta o cuarenta páginas más.

El desenlace, que plantea dos soluciones plausibles para la escasez de Exploradores a bordo de la nave y al final juega con el factor sorpresa gracias a una tercera opción que es la que finalmente se impone, termina de confirmar las bondades de la novela y lo bien trabajada que está. Recomendable.

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