domingo, 5 de marzo de 2017

Agente de Bizancio (1987). Harry Turtledove

Una nueva entrada continúo reseñando en orden cronológico las novelas que he seleccionado como representativas del subgénero de las ucronías, uno de los más conocidos de la literatura de ciencia-ficción. Voy a escribir en esta oportunidad sobre "Agente de Bizancio", del estadounidense Harry Turtledove. Un escritor que tal vez resulte desconocido para muchos de ustedes, pero que pasa por ser el máximo representante del subgénero, ya que se ha dedicado prácticamente en exclusiva a las ucronías durante toda su carrera. De hecho, en el prólogo de esta novela Turtledove se define como "escritor de ciencia-ficción e historiador", y menciona a "Que no desciendan las tinieblas" de Lyon Sprague de Camp (reseñada en este mismo blog y seleccionada como primera novela de esta lista) como la novela que le animó a dedicarse a este subgénero. No sólo eso: "Agente de Bizancio" está ambientada también en el Imperio Bizantino, en lo que constituye un claro homenaje. Cuyo resultado es, además, igual o incluso superior a su homenajeada. Y es que estamos ante una ucronía amena, bien documentada, fácil de leer, que utiliza con inteligencia algunos de los inventos más relevantes de la historia de la humanidad para construir siete relatos que forman un todo coherente y equilibrado.

Como digo en realidad no se trata de una novela como tal, sino de un fix-up de siete relatos. Pero a todos efectos se puede leer como si se tratara de una novela, pues está perfectamente cohesionada. A ello contribuye decisivamente que todos los relatos estén protagonizados por Basilios Argyros, el magistrianos del anormalmente duradero Imperio Romano de Oriente. También ayuda que los acontecimientos de un relato se utilicen como base para el siguiente. Y por supuesto que el intervalo temporal abarcado sea relativamente corto (apenas quince años del siglo XIV) y que todos los relatos tengan una estructura análoga (un nudo que Basilios deberá desenredar sirviéndose de un invento concreto, hasta conseguir un desenlace feliz), así como una longitud similar. Es decir, que el escritor toma una serie de decisiones razonables, si se quiere poco arriesgadas, pero que permiten llevar la novela a buen puerto.

Como suele suceder en las ucronías escritas por historiadores, el panorama alternativo que imaginan resulta relativamente "conservador", con variaciones menos acusadas que las que probablemente habrían sucedido en el devenir propuesto. Es el caso del Imperio Bizantino de Turtledove, al que la conversión al cristianismo de Mahoma y el rechazo de los seguidores de Zoroastro en Persia le permitió perdurar al menos un milenio, sin que en sus autoridades, creencias, ni ciudades principales se observe un cambio sustancial respecto al de la época de Justiniano. Aunque si se observa con detalle se percibirá una cierta decadencia, claramente reflejada por ejemplo en que sólo uno de los inventos que contribuyen a resolver las situaciones surge en Constantinopla.

Aciertos innegables de la novela son la ambientación de la época y los lugares que nos presenta Turtledove (Alejandría, Constantinopla, el Danubio, Saint Gall, Daras, Dariel), así como la elaboración de los personajes principales, con mención especial para Mirrane, la bella espía persa que el escritor "descubrió" en el quinto relato y ya no dejó de utilizar hasta el final para lograr un final convincente. La prosa del autor es precisa pero sencilla, fácil de digerir y con la dosis suficiente de reflexiones y de guiños humorísticos para que pasar las páginas no suponga ninguna dificultad. Y algunos relatos en concreto están muy conseguidos (en mi opinión los dos primeros, y el ambientado en Daras).

Quizá el mayor defecto de la novela sea que todos los inventos sobre los que Turtledove construye sus relatos son muy conocidos (el catalejo, la vacuna, la pólvora, la imprenta...), con lo que es sencillo anticipar el impacto que van a tener, y las historias pierden capacidad de sorpresa. También puede llegar a fatigar la estructuración análoga de los relatos a la que antes me refería. A menudo se echa en falta un poco más de profundidad (casi parece una novela para young adults). Y lógicamente resulta cuestionable que todos esos hallazgos caigan siempre en manos de la misma persona, a pesar de que Basilios nunca llegó a alcanzar un rol verdaderamente preeminente en el Imperio. Defectos que en ningún caso se dejan sentir en exceso en una obra que puede servir para introducir al lector lego en el sugestivo subgénero de las ucronías.

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