En la presente entrada les propongo una especie de propina con la que definitivamente rematar todas las entradas que durante más de dos años he dedicado a las principales sagas disponibles para el lector de ciencia-ficción en español. Una entrada que, además, me permite enlazar con el que será el tema al que me dedique durante aproximadamente el próximo año: Robert Silverberg, mi escritor de ciencia-ficción favorito. Que en "Horizontes lejanos" nos propone una de las antologías más originales del género: relatos y novelas cortas escritos a finales del siglo XX por buena parte de los autores de ciencia-ficción (norteamericana) más relevantes, que revisitan para la ocasión su saga más representativa. Con libertad casi absoluta para por ejemplo añadir un episodio paralelo, el punto de vista de otro personaje, la explicación de un acontecimiento esencial en la saga y la única y obvia restricción de que el escritor estuviera aún en activo en aquel momento. Es decir, una "guinda" con la que saciar el apetito de nuevas entregas de muchos de sus seguidores.
Por su extensión, la mayoría de las obras aquí recopiladas se adhieren a la categoría de novelas cortas. Todas ellas originales, es decir, escritas a propósito para esta antología (una muestra del peso que tenía Silverberg allá por 1999 en el género). Entre ellas podremos encontrar muchas de las sagas de las que ya he recomendado al menos una novela en este mismo blog. A saber: Los Cantos de Hyperion, de Dan Simmons; la saga de los Insomnes, de Nancy Kress; la saga de los Heechee, de Frederik Pohl; y la saga del Ciclo del Centro Galáctico, de Gregory Benford. Y algunas otras que no he llegado a recomendar pero que sí que mencioné en mi entrada anterior sobre otras sagas: la saga de La Guerra Interminable, de Joe Haldeman; la saga de Ender, de Orson Scott Card; la saga de la Elevación de los Pupilos, de David Brin; y la Trilogía de Thistledown, de Greg Bear. Completada con otra saga apenas conocida para el lector de ciencia-ficción en español (Saga de la Nave que Cantó, de Anne McCaffrey), y dos curiosidades (para mí no sagas): una novela corta ambientada en el Ekumen, la historia del futuro imaginada por Ursula K. LeGuin, que engloba sus novelas más famosas; y otra ambientada en "Roma Eterna", la ucronía de Robert Silverberg escrita a partir de varias novelas cortas interrelacionadas, y que reseñaré en este mismo blog en próximos meses.
Además, cada novela viene prologada por el propio autor, que suele ofrecer un pequeño resumen sobre el marco argumental de la saga que permita afrontar la lectura, y el motivo por el que la ha decidido completar con esta nueva entrega. Así como un listado de las novelas que (a fecha de publicación de la antología) conformaban cada saga. Es decir, un libro muy cuidado realizado por lo más granado de la ciencia-ficción de las tres últimas décadas del siglo XX.
Ahora bien, el resultado, como sucede en prácticamente toda antología, es irregular. Pero el nivel medio es más que satisfactorio, lo que confirma la categoría de los escritores y el hecho de que estén escribiendo en torno a sus sagas más reconocidas. De las once historias mi indiscutible favorita es "Perros durmientes", la aportación de Nancy Kress a su brillante y un tanto minusvalorada saga de los Durmientes: magníficamente estructurada, cautivadora, directa, cientifica, proporciona un nuevo final a la trilogía al situarse tras "La cabalgata de los mendigos". Un escalón por debajo solamente se sitúa "Huérfanos de la hélice", de Dan Simmons: pese a alguna que otra exageración, se trata de un relato brillante, cautivador y bien integrado en la saga.
Entre las novelas que mantienen el tipo se sitúan, en mi opinión: "Una guerra separada", de Joe Haldeman, que recrea el ambiente de su saga de la Guerra Interminable y dota de credibilidad a los viajes relativistas y sus implicaciones para los humanos, aunque con un final inverosímil; "Consejera de inversiones", de Orson Scott Card, que aunque también resulte inverosímil en lo relativo a la informática propuesta, es un relato razonablemente ameno y coherente; "Conocer al dragón", de Robert Silverberg, que a pesar del hándicap de una historia alternativa en parte previsible y en parte reconocible, propone un relato profundo, humano y de indudable calidad; "El muchacho que viviría para siempre", de Frederik Pohl, bien integrado en la saga de los Heeche, ameno y desenfadado, pero también falto de dramatismo y con una estructuración mejorable; y "La nave que regresó", de Anne McCaffrey, que aunque se sitúa peligrosamente en los límites de la fantasía, constituye una novela agradable y con un toque femenino incuestionable.
Y entre aquellas manifiestamente mejorables situaría: "Vieja música y las mujeres esclavas", de Ursula K. LeGuin, una historia con el ambiente y la temática habitual en la autora, pero confusa y sin mucho tirón; "La vía de todos los fantasmas", de Greg Bear, un relato incomprensible y farragoso sólo apuntalado por una creatividad delirante y cierto sentido de la maravilla; la muy floja "Tentación", de David Brin, larga, fantasiosa, con personajes que desaparecen, sin acción, y con el esfuerzo por hacer verosímiles a los protodelfines como único aliciente; y la peor de todas con diferencia, "Hambre de infinito", de Gregory Benford, incomprensible, pretenciosa hasta el aburrimiento, desestructurada...
A pesar de estos deslices, ya saben, si les gustó alguna de las sagas mencionadas y desconocían la existencia de "Horizontes lejanos", háganse con este y disfruten del placer de descubrir una historia que tal vez nunca esperaron leer en torno a su saga favorita.
Un apasionado de la literatura de ciencia-ficción y escritor a tiempo parcial que dedica parte de sus escasos ratos libres a compartir su pasión con el resto de aficionados.
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A través de un billón de años y Muero por dentro confirman a Silverberg como enorme escritor!
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Mario. Pues entonces te van a gustar las entradas de los próximos meses, porque Silverberg es como decía mi escrito favorito y voy a reseñar lo más relevante de su obra en español. Por supuesto hablaré de las dos novelas que citas.
ResponderEliminarUn saludo