Con la presente entrada comienzo la reseña de una de las sagas más conocidas del género: el "Mundo del Río", la obra más famosa del siempre controvertido escritor estadounidense Philip José Farmer. Una saga que, relatos aparte, está constituida por las siguientes cinco novelas:
A vuestros cuerpos dispersos (1971)
El fabuloso barco fluvial (1971)
El oscuro designio (1977)
El laberinto mágico (1980)
Dioses del Mundo del Río (1983)
Como intentaré explicar en las próximas entradas, el Mundo del Río es una saga que resulta más interesante conceptualmente que por sus resultados, por lo que recomiendo leer únicamente las dos primeras novelas. Aunque debo advertir que no soy un gran defensor de la obra de Farmer, por lo que mi apreciación tal vez sea excesivamente parcial. Centrándonos en la novela que dio lugar a la saga y que reseño hoy, debo empezar señalando que fue recibida con entusiasmo por parte del público, como lo prueba el hecho de que fue galardonada con el Premio Hugo de 1971. Y es que se trata de una novela con una fascinante idea de partida, llena de aventuras, entretenida y aderezada con apreciables dosis especulativas, pero carente de calado. Y esa trivialidad es su principal defecto.
Incuestionablemente la idea de partida es originalísima y bien presentada: el mundo del Río es un marco inacabable en el que todos los seres humanos que jamás existieron hasta el s. XXI son resucitados simultáneamente, ofreciéndoseles una segunda oportunidad vital. Un marco que resulta, además, agradablemente realista y cuidado en los detalles: desde las piedras de cilindros que sistemáticamente proveen de alimentos a sus habitantes hasta las altísimas montañas que los retienen. Y en el cual surgen de manera natural especulaciones interesantes: el significado de la muerte tras la resucitación por un tercero (Farmer lo llama el Expreso de los Suicidios), la interacción de gentes de todas las épocas y culturas de la humanidad, las alianzas que se forman...
Este escenario principal propicia el tono de aventuras que predomina en la novela: desde la botadura del Hadji se suceden los viajes, las disputas, las muertes: es imposible aburrirse. Por cierto, que Farmer exhibe un notable conocimiento de todas las épocas y culturas de la historia de la humanidad, lo que favorace que las reacciones de los distintos grupos y facciones en su adaptación a la nueva realidad resulten naturales. Reacciones tales como la incomodidad ante la desnudez, las pasiones irrefrenadas, el afán por la propiedad o los continuos enfrentamientos. Otro acierto es el grupo de personajes, bien compensado, que acompaña al explorador del s. XIX y protagonista absoluto Richard Burton durante la mayor parte de la narración: Monat el extraterrestre, Kazz el neandertal, Frigate, Ruach y en menor medida, las mujeres (Alice, Loghu, Gwenafra, Wilfreda). Asimismo, se agradecen las explicaciones tangenciales sobre la historia de la humanidad a partir del s. XXI (su aniquilación por Monat, el racionamiento...).
Sin embargo, dos defectos lastran la obra. En primer lugar, aunque es lógico que el escritor fije su atención en una mínima parte de los pobladores de este mundo, se centra demasiado en Burton y sus inquietudes, dejando de lado muchísimos aspectos que podría aprovechar para enriquecer la narración. Y en segundo lugar, porque salvo por las explicaciones geológicas y biológicas, el elemento científico no está demasiado cuidado: abundan las arbitrariedades, la sensación de improvisación sobre las implicaciones no previstas, y se roza la fantasía menos convincente. Además, la continuada interacción de Burton y Hermann Goering no resulta justificable, y llegar a cansar al lector. Y el final no es nada resolutivo (el encuentro con los Éticos queda un tanto forzado). Lo cual, sumado a esa trivialidad a la que aludía al principio, hacen que la novela deja escaso poso una vez leída. Aunque sí gran cantidad de flecos abiertos para sucesivas entregas, como Farmer hábilmente supo explotar en años posteriores.
Un apasionado de la literatura de ciencia-ficción y escritor a tiempo parcial que dedica parte de sus escasos ratos libres a compartir su pasión con el resto de aficionados.
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