Un apasionado de la literatura de ciencia-ficción y escritor a tiempo parcial que dedica parte de sus escasos ratos libres a compartir su pasión con el resto de aficionados.
domingo, 15 de enero de 2012
Mercaderes del espacio (1954). Frederik Pohl y Cyril M. Kornbluth
"Mercaderes del espacio" es una estupenda novela que se basa con una lucidez premonitoria en la primacía del capitalismo más salvaje, en la que el beneficio se antepone a cualquier otra consideración individual, moral, social o nacional. No sólo es un clásico incuestionable de la ciencia-ficción distópica, sino que me atrevo a afirmar que trasciende con brillantez ese subgénero al incorporar elementos de intriga y de aventura. Y con una frescura y un sentido de la actualidad sorprendentes.
Si bien es cierto que durante los primeros capítulos el lector puede tener la impresión de que Pohl y Kornbluth aún no tienen claro a dónde quieren llevar su novela, la elaboración de la campaña publicitaria para el Proyecto Venus, un proyecto de colonización realizable con los medios disponibles en esa época, y actúa como firme pilar de la narración. El encargado de dicho proyecto es Mitchell Courtenay, protagonista principal de una obra que cuida con mimo sus personajes. De hecho, los autores saben reflejar con acierto una de las grandes motivaciones del sexo masculino: el afán por consolidar una relación con una mujer determinada (Courtenay con Kathy). Aunque personalmente creo que a veces se echa en falta alguna descripción fisonómica de varios de ellos.
La sociedad descrita por los autores es indudablemente otro de los puntos fuertes de la novela. Una sociedad mercantilista hasta el extremo: desde la escasez de espacio físico que padecen incluso los estratos sociales más altos, pasando por los significativos certificados matrimoniales (con su periodicidad finita y su posibilidad de renovación), hasta la constatación de que el código moral implícito en la ciudadanía ha sido reemplazado por un atávico código comercial, todos los elementos presentados atrapan de manera inquietante al lector y lo fuerzan a cuestionarse la sociedad contemporánea en la que vive. El culmen de esta hipérbole mercantilista lo constituye la plantación Clorela, una estructura rígidamente organizada, rozando el límite de lo infrahumano, y sin embargo el lugar donde Courtenay se descubre plenamente como persona.
Ahora bien, la poderosa vertiente especulativa es sabiamente contrapesada por los ingredientes de misterio (baste citar la caja del aeropuerto de Washington, el atentado en cada de Courtenay, su secuestro en el museo...) y los episodios de aventura (en especial, las peripecias en la Atlántida), que refuerzan el disfrute de esta novela.
"Mercaderes" no adolece de muchos defectos. Tal vez el más grave sea el habitual en este tipo de novelas: hay tantos elementos en juego que a veces a Pohl y a Kornbluth se le van un poco de las manos. Además, algunos personajes no me acaban de convencer (Tauton, demasiado deteriorado y malévolo; O'Shea, cuyo deterioro físico no obedece a ningún fin; la torturadora Hedy, más aparente que efectiva). Y los capítulos finales resultan un tanto enrevesados para un fin tan concreto como situar a Courtenay al frente de la compañía.
Resaltar, para terminar, el mensaje final que envían los autores: los consistas (Asociación Conservacionista Mundial) pasan a tomar el mando de las operaciones. ¿Qué le parece, iban encaminados?
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