Prosigo con mi nuevo recorrido en orden cronológico por algunas de las sagas de ciencia-ficción más relevantes disponibles para el lector en español, y por ello voy a dedicar la entrada de hoy a la segunda entrega de la trilogía "El Paralaje Neanderthal", del escritor canadiense Robert J. Sawyer. "Humanos" (2003), la novela que reseñaré a continuación, fue publicada sólo unos meses después de "Homínidos" (2002), la cual reseñé precisamente en mi anterior entrada. No tan premiada como su predecesora, considero que "Humanos" es una digna continuación de "Homínidos", con el mismo nivel de especulaciones, e igual de amena a la vez que respetuosa con el elemento científico, pero sin el factor sorpresa de la primera. Aunque sí mantiene similares defectos.
El corto lapso de tiempo que, como acabo de mencionar, transcurrió desde que Sawyer terminó "Homínidos" hasta que hizo lo propio con "Humanos", se refleja nítidamente en lo que contienen sus páginas: estamos ante una continuación natural, que mantiene los mismos personajes principales y las mismas problemáticas, y se sitúa tan sólo unos días después de su predecesora, hechos que permiten al lector ubicarse inmediatamente. El escritor conserva asimismo el estilo, lo que supone que nos encontramos de nuevo con capítulos cortos y nada divagadores, una prosa directa y fácilmente comprensible, un evidente afán de verosimilitud dada lo increíble de su premisa inicial (los dos universos conectados que permiten a neanderthales y cro-magnones interaccionar gracias a un fallido experimento cuántico), y un ritmo alto. Todo lo cual ayuda a que el lector preserve su interés por cuanto sucede.
Pero, quizás para poner de manifiesto que esta segunda entrega fue concebida de manera independiente a su antecesora, el autor introduce una novedad relevante: las recurrentes conversaciones que mantendrá a lo largo de sus páginas su protagonista neanderthal (Ponter Boddit) con su psicoanalista. Un recurso literario muy similar al que empleó Fredrik Pohl en su multipremiada "Pórtico" (1977), y que le permite a Sawyer tanto crear expectación sobre acontecimientos que narrará posteriormente, como permitir especulaciones alejadas de la ya conocida yuxtaposición neanderthal - sapiens. Por otra parte, ello no impide que el escritor siga estimulando al lector con múltiples reflexiones sobre multitud de cuestiones, desde la renuncia a la privacidad a cambio de una seguridad prácticamente absoluta hasta el papel que la religión (o su ausencia) ha desempeñado a la hora de moldear las sociedades. Además, en "Humanos" Sawyer aprovecha con buen criterio para profundizar más a fondo en la sociedad neanderthal, favoreciendo de paso el enriquecimiento de la trama gracias a algunas de sus diferencias respecto a la sapiens: desde las implicaciones de los matrimonios "a tres bandas" que allí constituyen la norma, hasta la forma como recurre al agudísimo sentido del olfato de los neanderthales en su desenlace.
Sin embargo, globalmente "Humanos" me parece ligeramente inferior a la primera entrega. Entre otras razones, porque pierde el factor sorpresa de aquélla: aquí el escritor se limita casi exclusivamente a explotar sus hallazgos de entonces. Pero también porque se echan de menos las pinceladas sobre el impacto causado por los neanderthales al principio de cada capítulo a los que nos había acostumbrado. O porque, al menos en esta segunda entrega, Sawyer no termina de aprovechar una de las bazas con las que contaba: la jugosa selección de celebridades del universo neanderthal que se trasladan a nuestro mundo para ayudar al progreso en todos los ámbitos. O por detalles como la atención dedicada durante toda la novela a la inversión del campo magnético terrestre, para que finalmente constituya sólo un detalle accesorio del desenlace, y ni siquiera termine de explicar su impacto bien del todo.
"Humanos" comparte otros defectos con su predecesora, en algunos casos incluso más acusados: los continuos "detalles de best-seller" (resaltar el evidente esfuerzo por alinear sus reflexiones con las posturas morales asumibles por el mayor número de potenciales lectores, o el excesivo foco en la relación sentimental y sexual entre Ponter y Mary); la reiteración de referencias "contemporáneas" de los más diversos ámbitos que, veinte años más tarde, ya empiezan a estar obsoletas; los personajes arquetípicos (en esta oportunidad incluso las motivaciones del violador resultan ser un mero cliché de burdo antifeminismo); o la obsesión con comparar recurrentemente a Canadá con Estados Unidos, un aspecto que a los lectores de otros continentes seguramente les interesará muy poco.
Una sucesión de acontecimientos coherentes rematada por un desenlace aseado y de cierto impacto contribuyen a que el lector se muestre abierto a concluir la lectura de la trilogía; entre otras cosas para averiguar cómo el escritor ató los múltiples cabos que, probablemente de forma intencionada, dejó sueltos al final de esta novela más entretenida que trascendente.
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