sábado, 10 de agosto de 2024

"Fragmentos de Honor" (1986). Lois McMaster Bujold

Con la entrada de hoy continúo con mi nuevo recorrido en orden cronológico por algunas de las sagas más relevantes de la literatura de ciencia-ficción. Una continuidad que se traslada a la saga de Miles Vorkosigan, de la estadounidense Lois McMaster Bujold. Saga de la que ya reseñé hace unos días su laureada novela "En Caída Libre" (1988), y de la que hoy voy a seguir hablándoles a través de "Fragmentos de Honor" (1986), una novela que como pueden ver fue escrita con anterioridad a la ya reseñada, pero que en la cronología de la saga se sitúa justo a continuación, razón por la que las he decidido presentar en este orden. Aparte de que, ciñéndonos a su contenido, me parece una novela inferior a la anterior (de hecho, no recibió ninguno de los galardones de su predecesora). Y es que se trata de una obra que arranca muy bien con las escaramuzas entre las expediciones de la Colonia Beta y Barrayar en un planeta ignoto, pero que se va desinflando poco a poco, volviéndose confusa y previsible a partes iguales. Aunque como suele ser habitual en su autora, se deja leer hasta el final.

Sin duda lo mejor de la novela es su primera cuarta parte, en la superficie del planeta Sergyar. Unas páginas en las que abundan las aventuras, las desconfianzas mutuas entre expedicionarios, y la lucha por la supervivencia. Con descripciones precisas y muy visuales, y una tecnología y un entorno aparentemente plausibles, ofrecen entretenimiento en estado puro. Y la evolución que comenzamos a observar en la relación entre la betana Cordelia Naismith y el barrayarés Aral Vorkosigan, su pareja protagonista, aún no cae en obviedades, y está presidida por el honor al que alude el título.

Una vez finalizada esta parte, con la llegada a la lanzadera barrayaresa primero y a la nave General Vorkraft después, la novela muta a otro nivel, más reposado y centrado en cuestiones políticas y militares a la vez que sigue intentando (sin lograrlo del todo) fortalecer de manera natural la atracción mutua entre Cordelia y Aral. Aún hay buenas páginas (desde las intrigas de las diversas facciones para hacerse con el control de la nave hasta las diversas cirugías empleadas en varios personajes), pero ya cuesta seguir las maniobras de los distintos frentes de poder en Barrayar y cuál de ellos defiende cada personaje.

La guerra contra el planeta Escobar que se narra a continuación ya sí adolece de parte de la esperable dosis de acción en una space opera de la estadounidense, y resulta más destacable por el sadismo de Vorrutyer y sobre todo, por las maniobras internas de Vorkosigan para hacerse con el control de la situación y a la vez ejecutar el plan secreto urdido por el emperador. Pero aquí la novela ya se desvía mucho de la que aparentemente había sido su intención original y se centra en demasía en detalles tangenciales, como el Sargento Bothari y sus bastardos, o las complejas explicaciones sobre los distintos bandos barrayareses en liza. Aunque al menos todavía se puede afirmar que siguen sucediendo acontecimientos. Porque en la última pate apenas ocurre nada destacable. Algo inusual en Bujold.

Esa falta de contenido en el último tramo provoca que el interés por continuar la lectura disminuya notablemente. Más aún si tenemos en cuenta que no existe desenlace como tal, sino un simple esfuerzo por atar cabos que, en el caso del dúo protagonista, se vuelve absolutamente predecible (ni su encuentro final ni la posterior regencia causan sorpresa alguna). Pero es que, además, el empeño por realizar una buena caracterización psicológica de su protagonista femenina se viene abajo cuando asistimos al histronismo infantiloide con el que reacciona a la acogida que sus paisanos le dispensan a su regreso a la Colonia Beta, o sus burdas dotes de persuasión cuando, obviamente sin dificultad alguna, logra escapar de Beta y regresar a Barrayar. Si a ello le sumamos la reiteración en los elementos humorísticos (baste con detenerse en cuántos personajes recalcan no haber votado a Freddy el firme), y un último capítulo ("Después de la Batalla") totalmente desligado con el resto de lo narrado y sensiblero en exceso, se comprenderá por qué prefiero "En Caída Libre".

Y es una pena, porque durante su primer tramo la novela prometía, el marco escénico evidentemente podía dar más de sí (como lo pondrán de manifiesto siguientes novelas de la saga), y pese a la amenidad habitual de Bujold, no faltan reflexiones de calado (en especial las relativas a las imágenes públicas preconcebidas, y a cómo la versión idealizada de muchos acontecimientos tiende a imponerse a la real de manera natural). Seguramente la bisoñez de su escritora (que acababa de iniciar su carrera) jugó en su contra, al no acertar a maximizar las virtudes de su creación y sí hacer evidentes sus defectos.

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