domingo, 30 de agosto de 2020

Restos de población (1996). Elizabeth Moon

Una nueva entrada prosigo con las reseñas de novelas de referencia de algunas de las escritoras de ciencia-ficción más representativas del género. Estamos ya en 1996, año en que vio la luz "Restos de población", de la estadounidense Elizabeth Moon. Una escritora conocida sobre todo por "La velocidad de la oscuridad" (2003), Premio Nébula a la mejor novela y que ya reseñé en este mismo blog al revisar dichos premios. Aunque en mi opinión su premiada novela no aguanta las comparaciones con la obra que les presento hoy, para mí una de las mejores novelas escritas por mujeres que he leído jamás. "Restos de población" es una original novela sobre el primer contacto con una especie alienígena, difícil de escribir, con un toque femenino que le confiere mayor profundidad de lo habitual en el género, y con abundantes reflexiones sobre el comportamiento humano y sus prejuicios hacia los ancianos.

Digo difícil de escribir porque si bien Moon opta por crear unos alienígenas cuyos rasgos principales son muy similares a los humanos, la recreación de las distintas fases que van desde el encuentro hasta una comunicación casi plena con ellos requiere plantear una serie de situaciones que den pie a la curiosidad primero y al aprendizaje después, y todo ello con el añadido de buscar siempre la máxima verosimilitud y la naturalidad en el desarrollo de los acontecimientos. Moon lo consigue plenamente, y además desde el siempre complejo punto de vista de una anciana. Bien es cierto que para lograr ese éxito la escritora ha invertido con anterioridad una cantidad no desdeñable de páginas en mostrarnos primero la emigración de los colonos de Sims Bancorp, y después la gradual adaptación a su nueva vida solitaria y a las posibilidades de su asentamiento de Sera Falfurrias. Todo ello con ese toque femenino que tan inadecuado puede resultar en ocasiones en la ciencia-ficción más fastuosa, pero que cobra todo su sentido en una novela centrada en una única protagonista (la disyuntiva entre las dos voces, el gusto por los detalles, la evocación de los recuerdos de la colonia, incluso las antiguas tiranteces con los vecinos y la nuera).

Como en toda buena novela, los elementos que con aparente aleatoriedad Moon va introduciendo a lo largo de su primer mitad son determinantes en el último tercio. Esto aplica obviamente a la aniquilación del nuevo asentamiento al norte de la colonia de Ofelia, pero también a la autorización de un nuevo contacto por parte del equipo liderado por Vasil Likisi. Poco a poco la relación de Ofelia con los indígenas se va haciendo más estrecha, éstos van aprendiendo más y más sobre la tecnología humana, y cuando los humanos aterrizan, el conflicto está servido. No sólo porque humanos e indígenas tengan expectativas diferentes, sino porque Ofelia se ve obligada a tomar partido como mediadora y conciliadora. Son capítulos en los que Moon exhibe con maestría los prejuicios de los colonizadores hacia una anciana sin estudios, desmitifica las supuestas bondades de la actividad colonizadora, sus ideas preconcebidas sobre los miedos, la capacidad de aprendizaje y la brutalidad de los alienígenas, y hace todo un alegato en favor de la independencia personal por encima de convencionalismos y pautas aprendidas. Aunque para mí lo verdaderamente elogiable es la maestría a la hora de hacernos cuestionar cuáles son los auténticos rasgos que definen a un ser humano (solidaridad, ayuda, cuidado de los hijos, utilización de la experiencia...). En su confesión final, Capazul y los suyos no sólo muestran que otra forma de vida y otra sociedad son posibles, sino que exhiben muchos de estos valores.

Dada mi netamente favorable valoración de la novela, es lógico que le encontrara pocos defectos. El más importante es sin duda cierta lentitud y un exceso de páginas durante su primer tercio. Tampoco me convenció que Moon no delineara siquiera mínimamente la evolución de los humanos desde el planeta Tierra hasta llegar a 3245.12. Ni, finalmente, el grupo de colonos creado por Moon, exagerado en sus aspectos más negativos hasta el punto de parecer más propios de una novela juvenil que de una obra para adultos.

En suma, una brillante novela que se queda muy cerca de la categoría de clásico reservada para los grandes hitos del género. Le sobran cincuenta páginas, le falta un poquito más de acción y sobre todo alguien que ponga cordura en el desquiciado grupo de colonos. Aun así, francamente recomendable.

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