domingo, 13 de septiembre de 2020

El despertar del milenio (1999). Jane Jensen

 

Una nueva entrada prosigo con la reseña de novelas representativas de algunas de las mejores escritoras de ciencia-ficción. Voy a hablarles hoy de "El despertar del milenio", una de las dos únicas novelas traducidas al español de la estadounidense Jane Jensen. Una escritora que es más conocida por su faceta de creadora de videojuegos, lo que no significa en absoluto que no domine el oficio de las palabras. Y es que sin duda "El despertar del milenio" es una de las novelas más notables del género escrita por mujeres que he tenido la oportunidad de leer. Combinando una base de ciencia-ficción con un desarrollo más propio de un thriller contemporáneo, Jensen nos ofrece una novela vertiginosa, muy rica en personajes y culturas, amena de principio a fin a pesar de su extensión (casi seiscientas páginas), y no exenta de reflexiones. Aunque se toma un par de licencias poco defendibles.

Al principio la novela puede llegar a abrumar: son tantos y tan variopintos los personajes, tan dispares las situaciones en que se encuentran, tan poco asumibles los sucesos que han sucedido en Santa Pelagia justo al comienzo, que es necesario confiar en el buen hacer de la autora y poner toda nuestra atención en lo que se nos presenta para no prejuzgar equivocadamente la novela. Pero en cuanto se le da tiempo, empieza a aprehenderse la magnitud de lo narrado por la autora y a la vez el lector empieza a orientarse gracias a las líneas narrativas del sacerdote Michel Deauchez y el periodista Simon Hill. Y a partir de ahí, ya disfruta hasta el final.

Es loable el esfuerzo de la escritora por dar cabida a las más diversas culturas y sus correspondientes manifestaciones religiosas: desde los telepredicadores estadounidenses hasta los budistas hindúes, pasando por los nativos norteamericanos y llegando hasta los jihadistas de Oriente Medio. Jensen sale airosa de un reto tan complejo de escribir como el que nos plantea. Y además lo enriquece con unos notables (para la época, finales del siglo pasado) conocimientos y empleo siempre que es necesario de las últimas tecnologías informáticas y de telecomunicaciones, armamentísticas, sanitarias... Incluso recuerda con acierto a situaciones que estamos viviendo en nuestra omnipresente pandemia.

Por si todo lo anterior fuera poco, la escritora bebe con criterio del Apocalipsis y otras fuentes que a lo largo de nuestra historia han predicho el final de nuestro mundo, y usa esa inspiración para ir desplegando con toda su crudeza cada una de las siete plagas: esporas y llagas; dinoflagelados y marea roja; hantavirus y pandemia; láser difuso y fuegos; erupciones volcánicas y pozos de humo... Al partir siempre de un elemento científico contrastado para crear cada una de las supuestas "plagas divinas", consigue darle verosimilitud a tan terrible panorama. Y sin abusar de las muertes para no exagerar el sensacionalismo de la novela, las que nos presenta (el Papa, el presidente de los E.E.U.U., el virólogo Mike Smith) acrecientan esa sensación trágica que atrapa al lector.

Aunque no sólo el panorama es responsable de la velocidad con la que se pasan las páginas: Jensen adopta muchos de los recursos de los thriller que no se avergüenzan de aprender de los aspectos positivos de los best-sellers, y nos ofrece situaciones casi siempre resueltas en pocas páginas, con un claro predominio de los diálogos y una prosa neutra que pasa razonablemente desapercibida. Y, sin tratarse de una novela de personajes, los principales quedan suficientemente caracterizados, y de casi todos los secundarios se nos muestra su desenlace.

Aun tratándose de una novela brillante, no alcanza en mi opinión la calificación de "clásico" por algunos defectos fácilmente apreciables, si bien sólo dos de ellos son realmente relevantes. El primero y más obvio es que la escritora da por ciertas determinadas consecuencias de las manifestaciones religiosas más fervorosas (como la sangre que emana de las manos de Dauchez cuando "entra en trance"), impropias de una novela de ciencia-ficción seria. Y el segundo, consecuencia directa del primero aunque no tan evidente, es el postulado según el cual la mente humana comunitaria es capaz de alterar la realidad física, hasta el extremo de acelerar o frenar el desplazamiento de las placas tectónicas. Otros defectos menores son puntuales comportamientos pocos razonables de sus personajes principales (como cuando Deauchez decide visitar a Andrews, siendo obvio a lo que se va a exponer), o un exceso de atención en el primer tercio del libro a las más variopintas líneas narrativas, que contrasta con la acelerada en demasía manera en la que se van cerrando esas líneas narrativas en las últimas cien páginas.

En todo caso el balance es claramente favorable: la conspiración del Cetro Rojo y sus justificaciones, la forma analítica de evaluar las en apariencia más irreprochables manifestaciones divinas, las reflexiones no siempre explícitas sobre los males de las sociedades contemporáneas, y la propia trama, inclinan la balanza a favor de las virtudes de esta recomendable novela. Recomendable incluso aunque ya hayan transcurrido quince años desde que sus acontecimientos debieron haber tenido lugar. Porque el milenio sigue despertando.

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