Con la presente entrada finalizo mi recorrido por muchas de las más relevantes novelas sobre el Planeta Rojo disponibles para el lector en español. Seguimos avanzando en el tiempo, y nos situamos ya en el año 2014, que fue cuando vio la luz el debut literario en formato novela del estadounidense Pierce Brown. "Amanecer rojo" supuso un notable fenómeno editorial a nivel internacional, hasta el punto de que poco después ya se había convertido en la primera entrega de una trilogía disponible íntegramente en nuestro idioma. Ciñéndonos a la primera entrega, debo decir que había leído muchas críticas positivas sobre ella, por lo que la comencé con altas expectativas, que desgraciadamente se vieron defraudadas. Porque se trata de una novela con un atrayente marco escénico, un sugestivo punto de partida, una estimulante estratificación social y material para profundas reflexiones. Pero que se echa a perder por su sobredosis de violencia y su exagerada extensión.
Brown plantea una Marte terraformada y habitada desde hace setecientos años como parte de la expansión de la raza humana por nuestro sistema solar, aunque los rojos, que conforman el estrato social más bajo, lo desconocen y siguen perforando las profundidas del planeta para extraer el preciado Helio-3 que supuestamente permitirá en un futuro esa terraformación. A este estrato pertenece Darrow, protagonista absoluto del libro, quien malvive bajo tierra junto a su familia hasta que el ajusticiamiento de su esposa Eo, y la reacción que tal hecho provoca en él, termina desencadenando una serie de acontecimientos que lo sacarán del inframundo y lo transformarán en un dorado, miembro de la clase dominante y candidato a alcanzar las mayores cotas de poder. Se trata por tanto de un enfoque original para una historia ambientada en el Planeta Rojo, mezcla de distopía y viaje iniciático, que el escritor, lastrado por una bisoñez evidente, malogra al no saber aprovechar estos mimbres.
Porque lo mejor de la novela es sin duda esa primera parte sórdida, desesperanzada y sin embargo impregnada de una humanidad que se impone a pesar de todas las dificultages. Pero con la segunda parte, ya fuera de los túneles de Lico, centrada en la transformación de Darrow en una nueva persona gracias a los Hermanos de Ares, la novela empieza a perder verosimilitud a causa por una parte de la magnitud de los cambios que el tallista efectúa sobre el protagonista (incluso contando con la tecnología del futuro), y especialmente por el papel no del todo justificado que desempeña realmente la organización de Ares.
Pero con casi dos tercios de la novela por delante, son las dos partes restantes las que se desinflan paulatinamente. En lugar de aprovechar los distintos colores sociales (grises, rosas, azules...) sobre los que en teoría debería cimentarse una variopinta y jugosa sociedad marciana, y en lugar de lo que prometía ser un fascinante recorrido por Planeta Rojo una vez Darrow dejó atrás su vida subterránea, Brown gasta el resto de páginas en un mero juego de selección del dorado más capacitado para entrar en el prestigioso Instituto. Que, por supuesto, terminará siendo Darrow. Nada más.
Por resaltar aspectos positivos de estas dos últimas partes, mencionaré que el lector se encontrará con algunos personajes bien recreados (Casio, Sevro, Mustang, Roque), aunque otros me parecen francamente esquemáticos o inverosímiles (calificativo aplicable a todos los prétores del Olimpo). Resaltaré también que algunos lugares de Agea, la zona del Valles Marineris donde transcurren ambas, resultan fascinantes a la vez que fáciles de seguir gracias al mapa adjunto. Pero esos aciertos puntuales pierden su fuerza ante las nada menos que doce Casas en que se estructuran los participantes en el juego y que deberán enfrentarse entre ellas. Es obvio que con tres o cuatro Casas habría bastado, pero ese número tan amplio permite al autor llenar capítulos y más capítulos de enfrentamientos y peleas reiterativas y con un denominador común: la violencia sensacionalista. Un aspecto omnipresente que, complementado por alguno de los valores más despreciables de los seres humanos, apenas deja espacio para las reflexiones distópicas que la novela prometía al comienzo.
Otro defecto evidente es el hecho de que las dos "sorpresas" argumentales de la novela repiten el mismo truco: la filiación (Julian y Casio, Mustang y El Chacal), un recurso manido aunque Brown sólo lo hubiera empleado una vez. También hay detalles que afean el elemento científico (baste recordar las entrañas de los caballos ocupadas por los Aulladores). Por otra parte, hay tantas casas y facciones que es fácil perderse a la hora de entender quién está luchando contra quién. Y el desenlace, aunque se esfuerza por atar cabos, no se sale ni un ápice de lo esperado, incluso en lo relativo a Nerón.
Con ciento cincuenta páginas menos y un mejor equilibrio entre la violencia y otros valores más estimulantes que en buena lógica también deben existir en toda sociedad y, por supuesto, en una buena obra literaria, me habría animado a leer las otras dos partes de esta trilogía. Pero a la vista de lo que ofrece "Amanecer Rojo", esa opción quedó descartada.
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