domingo, 15 de marzo de 2020

El problema de los tres cuerpos (2015). Cixin Liu

A pesar de estar encerrado en casa como casi todos los españoles por la pandemia del coronavirus, la vida continúa, y yo también voy a proseguir con las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la presente década que he tenido la oportunidad de leer, y que aún no habían recibido su propia entrada en mi humilde blog. Voy a resenar hoy "El problema de los tres cuerpos", una de las novelas de ciencia-ficción más famosas de los últimos años. Sin duda a causa de ser la primera novela no escrita originalmente en inglés que se alzó con el Premio Hugo en 2015, y que además fue nominada al Premio Nébula el año en que el galardón recayó en "Aniquilación", mi anterior entrada. Méritos justificados para una novela diferente a las que siguen los cánones habituales en Occidente, y sin embargo disfrutable por el "lector tipo" de ciencia-ficción occidental: muy rica desde el punto de vista científico (aunque a veces demasiado inverosímil), muy cuidada desde el punto de vista literario, y con varios tramos francamente disfrutables. Aunque también con sus defectos.

Es complicado sintetizar todo lo que encierra esta novela a nivel narrativo y a nivel especulativo. Desde la dramática y poco conocida en Occidente Revolución Cultural China de los años sesenta, pasando por el primer contacto con una civilización extraterrestre, deteniéndose en un originalísimo videojuego, y rematando el conjunto con organizaciones secretas y operaciones militares, todo ello en menos de cuatrocientas páginas. Las cuales le permiten al escritor además reflexionar sobre las posibles reacciones a tal contacto, sobre la supeditación de las vidas humanas al mismo, o sobre el papel que habría podido desempeñar China en todos estos avatares. Sin rehuir por cierto varias críticas nada veladas a lo peor del régimen comunista durante los últimos cincuenta años.

Otro punto fuerte del libro es el tratamiento del elemento científico: desde la teoría de transmisión de señales hasta la arquitectura de ordenadores, desde la astrofísica hasta los aceleradores de partículas, prácticamente todo cabe en su interior. Eso sí, se trata de una lectura exigente y no apta para personas legas en ciencia y tecnología. Además, Cixin no renuncia a una especulación científica de altos vuelos sobre las capacidades de la civilización trisolariana, y aunque el desdoblamiento multidimensional de las partículas fundamentales que nos propone me ha resultado inverosímil, también me ha parecido muy sugestivo respecto a sus posibilidades.

A menor escala, el elemento literario me ha sorprendido gratamente. Tratándose de una novela de ideas, no es reprochable que los personajes secundarios resulten superficiales o incluso difíciles de retener a causa de sus poco familiares nombres chinos (¡qué acierto listar el elenco de personajes al comienzo del libro!). Pero los tres principales (la astrofísica Ye Wenjie, el investigador en nanomateriales Wang Miao y el comisario de policía Da Shi) están bien caracterizados, y sus vivencias y motivaciones resultan naturales a ojos del lector. Por otra parte, la novela es toda una exhibición de técnicas narrativas: desde capítulos que son meros interrogatorios hasta otros conformados simplemente por extractos de documentos, desde las habituales narraciones en tercera persona hasta la historia de Wei Cheng narrada por él mismo. Es de agradecer el esfuerzo del escritor en este aspecto.

Sin embargo, a pesar de todo lo anterior la novela no me ha parecido del todo redonda, y quizá sea esa la explicación de por qué no llegó a alzarse con el Premio Nébula de 2015. Aparte de mi lógica falta de adaptación a la literatura asiática (con sus frecuentes e impredecibles saltos entre pasado y presente y entre escenarios diversos no siempre fáciles de asimilar, con sus diálogos a menudo bruscos, su prosa más prolija en imágenes y una inesperada frialdad a la hora de presentar episodios de violencia), prácticamente todos los capítulos dedicados al videojuego Tres Cuerpos me resultaron pesados y carentes del ritmo del resto del libro. Asimismo el hilo conductor de la novela se pierde a veces entre tanta vastedad de temas, y ello afecta en cierta medida a su capacidad de cautivar. Por otra parte la novela adolece de un clímax y de un desenlace como tal, quizá porque en su tramo final su autor estaba más pendiente de preparar el terreno para posteriores entregas de la saga (a día de hoy convertida en trilogía). Y por último Cixin deja sin explicar algunos detalles con los que ha ido capturando la atención del lector (por ejemplo la desasosegante cuenta atrás que atormenta a Wang Miao). Aun así, el balance es positivo y la novela es recomendable. Aunque no me gustó tanto como para animarme a leer rápidamente los otros dos títulos de la saga ("El bosque oscuro" y "El fin de la muerte"), que todavía tengo pendientes.

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