Con la presente entrada termino las reseñas de las novelas ganadoras o nominadas a los Premios Nébula durante la presente década que aún no hubieran tenido una entrada independiente en este humilde blog. Es el turno de "Autonomous", nominada al antepenúltimo Premio Nébula entegado, y que vio la luz hace tan sólo unos meses para el lector en español. Se trata además de la primera novela de su escritora, la también periodista estadounidense Annalee Newitz, conocida por su participación en portales de tecnología. Un debut aclamado que sin embargo no se corresponde con la impresión que dejó en mí cuando la terminé hace tan sólo unos días. No cabe duda de que estamos ante una novela original, con muchas ideas estimulantes y un siglo XXII presidido por la inquietante amenaza de las corporaciones farmacéuticas. Pero me parece también un libro difícil de leer, absurdamente obsesionado con los más nimios detalles informáticos, mayormente inverosímil y pobremente desarrollado.
Sin duda lo mejor de "Autonomous" es su componente distópica: esa sustancia llamada Zacuidad que sublima la adicción al trabajo resulta tan plausible como inquietante. Al igual que lo es que buena parte de la población sufra de un acceso restringido a medicamentos básicos a causa del capitalismo exacerbado, así como la comprensible aparición de piratas farmacéuticos que tratan de mitigar esta situación. Al mismo nivel de acierto se sitúan los servicontratos, consecuencia lógica de la cada vez menos nítida distinción entre seres humanos y biobots, y que crean unos vínculos sociales reprobables pero incuestionables. En realidad Newitz no reflexiona demasiado sobre estas cuestiones, pero su sola presencia ya estimula las especulaciones en la mente del lector.
El otro acierto principal de la novela es, en mi opinión, su marco escénico. Aunque las descripciones no son el punto fuerte de la escritora, el que el calentamiento global haya derretido los polos y en consecuencia buena parte de la acción transcurra en lugares de latitudes tan elevadas como Iqaluit, Saskatoon o Moose Jaw resulta original y creíble. También la Casablanca reconvertida en el paraíso de los investigadores libres, o incluso las modificaciones tecnológicas y culturales que transforman Las Vegas o Vancouver, todas estas ciudades potencian el siempre necesario en el género sentido de la maravilla.
Pero todo lo demás me decepcionó. Quizá lo peor sea lo dificultosa que se vuelve la lectura casi desde la primera página: una prosa poco fluida, con frases que requieren pausa y concrentración para ser desentrañadas, unos diálogos a menudo forzados y una obsesión injustificada por detalles informáticos y de protocolos de telecomunicaciones. Los cuales sin duda reflejan los conocimientos de la autora al respecto, pero que al mismo tiempo desesperan con sus intercambios de claves privadas, sus repositorios de código o sus archivos de sistema. Tampoco ayuda a semejante panorama una de las peores traducciones que he leído en la habitualmente cuidada Colección Minotauro, imprecisa y con errores de bulto.
Lo que es peor: el desarrollo de la novela deja mucho que desear. La alternancia de dos líneas narrativas (una protagonizada por la pirata Jack Chen y Trescero, la otra por el agente Eliasz y su biobot ayudante Paladín) sería un recurso válido si las dos albergaran parecido interés y se entrecruzaran y retroalimentaran conforme avanzan los capítulos. No es el caso de "Autonomous": la segunda es mucho menos interesante (poco más que un recorrido sin mucha premeditación de sus protagonistas por distintos lugares para intentar justificar el establecimiento de su relación afectiva), y ambas divergen hasta el antepenúltimo capítulo (que no es otro que el desenlace...). Además, los flashbacks en la primera de ellas no se van presentando de modo estructurado, sino que Newitz recurre a ellos sobre la marcha, justo cuando los necesita, con el agravante de que casi hasta el final nos ocultan información que habría sido esencial para haber entendido mejor la trama desde el comienzo (y además perjudicando el ritmo narrativo). Por otra parte, la caracterización de los personajes principales es muy pobre (poco más que algunas inquietudes esenciales), e incluso quien al final resuelve la problemática gracias a Retrocon no es uno de los protagonistas. Y por supuesto la relación de amor que construye Newitz entre Eliasz y Paladín, cambio de género mediante, es completamente inverosímil.
Aunque en las últimas cincuenta páginas la novela remonte un poco, nos proponga un buen desenlace (con tensión y ¡al fin! la convergencia de todos los protagonistas), y una especie de epílogo que logra atar cabos de varios personajes, no puede ocultar todos los aspectos negativos ya resaltados. Así que a pesar de su carga especulativa y sus escenarios, me cuesta entender que esta novela llegara a ser nominada a los Premios Nébula. ¿Tan preocupante es el panorama de la ciencia-ficción contemporánea?
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