Una entrada más prosigo reseñando en orden cronológico las novelas que he seleccionado como representativas del subgénero de las ucronías, uno de los más conocidos de la literatura de ciencia-ficción. Voy a hablarles en esta oportunidad de "Antihielo", del británico Stephen Baxter. Que además de ser uno de mis escritores favoritos en activo, es el único que aparece por partida doble en la lista de ucronías que les propuse hace unas cuantas entradas. La razón es la disparidad estilística y argumental de las dos ucronías seleccionadas. En concreto, "Antihielo" se encuadra con naturalidad en uno de los "sub-subgéneros" (si me permiten el abuso del término) de las ucronías: el steampunk.
El steampunk se caracteriza por proponer unas historias alternativas del siglo XIX en las que las maquinarias a vapor de la época evolucionaron hasta dotar a la sociedad de unos avances tecnológicos de los que en realidad careció. A esta categoría pertenece "La máquina diferencial" (1990), de William Gibson y Bruce Sterling, que en mi lista de ucronías sugeridas situé justo antes de la novela que hoy les presento, y que probablemente fue la que dio a conocer el steampunk al gran público. Aunque como ya comenté en su momento a mí me resultó relativamente decepcionante. Y lógicamente "Antihielo", publicada tres años más tarde y para mí mucho más satisfactoria: un excelente ejercicio de historia alternativa que adopta la forma de un "viaje extraordinario" de Jules Verne pero lo enriquece con brillantes reflexiones políticas y sociales.
La longitud contenida de la novela y su certera estructuración anticipan su calidad: el prólogo de Hedley Vicars a su padre y el epílogo de Ned Vicars a su hijo encuadran, con su contenido bélico en dos periodos separados por cincuenta y seis años, una trama esencialmente de aventuras, con el antihielo como elemento facilitador, que funciona también como revisión de la situación política en la segunda mitad del siglo XIX. Una trama en la que Baxter recrea con esmero los principales protagonistas políticos y científicos de la historia real, pero con papeles ligeramente alterados para estimular la mente del lector. Además, la sociedad derivada del uso del antihielo es la consecuencia de una Revolución Industrial acelerada pero razonablemente plausible, con gadgets y servicios muy atractivos (y como es lógico algunos evidentemente cuestionables, por ejemplo el tren sobre el Canal de la Mancha).
En honor a la verdad debo reconocer que la novela tarda en "arrancar", ya que las conversaciones entre el protagonista absoluto (Ned Vicars) y el periodista Holden primero, y el recorrido posterior por el crucero terrestre Príncipe Alberto están faltos de acción. Pero con el sabotaje de la Faetón comienza paradójicamente su periplo por el espacio exterior, momento a partir del cual la novela cobra una nueva dimensión, tremendamente disfrutable. Con un elenco de personajes reducido (Ned, Holden, el ingeniero Traveller (una estupenda recreación del Cyrus Smith de Verne) y su sirviente Pocket), en un espacio también reducido y pleno de avances construidos con la tecnología del siglo XIX, en el que la supervivencia primero, la captura del saboteador Bourne después, y el desembarco y la posterior exploración de la luna al final, atrapan al lector irremisiblemente.
De manera un tanto discutible, Baxter renuncia a una mayor exploración de la Luna y a narrar el retorno a la Tierra, y a cambio se reserva el último cuarto de la novela para otras funciones menos obvias pero más importantes para cohesionar la novela: revisa el impacto del antihielo en el principal conflicto bélico de la época, concluye el elemento de romance de la novela (menos relevanta de lo que sugieren las reseñas que he leído), y sobre todo traslada un mensaje negativo sobre la supremacía que Gran Bretaña logra en Europa mediante el antihielo.
Como pueden adivinar por mi valoración global, se trata de una novela con pocos defectos. Resaltaría los siguientes: una visión excesivamente centrada en lo británico (algunos detalles son difíciles de captar para el lector en español), unos franceses de personalidades excesivamente simples (orgullosos y testarudos), unas formas de vida selenitas claramente fantásticas, y una excesiva predilección por el componente político en determinadas situaciones. Defectos que no ensombrecen una novela de una calidad sorprendente para un autor que en 1993 acababa de empezar en el género. Y que afortunadamente sigue siendo una de sus principales referencias.
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