miércoles, 31 de julio de 2024

"En caída libre" (1988). Lois McMaster Bujold

Con la entrada de hoy avanzo en mi recorrido por otras sagas relevantes en la literatura de ciencia-ficción que hasta ahora no habían aparecido (o no en toda su extensión) por este humilde blog. Voy a adentrarme hoy en la conocida como Saga Vorkosigan, o lo que es lo mismo, el personal universo de la estadounidense Lois McMaster Bujold. Saga que recibe el nombre de su protagonista absoluto, Miles Vorkosigan. Si bien debo empezar aclarando que Miles no aparece en todos los títulos de la misma. Y es que estamos ante uno de esos casos en los que la autora fue creando historias a lo largo de los años en un universo coherente de un futuro lejano, con cierta idea de constituir una saga pero sin lanzarse realmente a ello, hasta que llegó a un punto en el que la necesidad de transformar su producció en una saga surgió de manera natural. En estas situaciones llega entonces el momento de cohesionar la saga, o al menos de estructurarla cronológicamente. Que es a lo más que se ha atrevido la autora hasta la fecha. Aunque curiosamente el orden propuesto de lectura de las dieciséis novelas que la conforman no es estrictamente el cronológico, ni tampoco el de escritura. Por eso cuando me decidí a adentrarme en esta serie no respeté su orden propuesto de lectura, y comencé por un título suelto que me había llamado la atención ("Ethan de Athos", 1986). Y cuando llegó la hora de profundizar en ella, me pareció que el orden cronológico era el que más me iba a ayudar a situarme. Por eso la novela que le traigo en esta ocasión es "En caída libre", la más antigua cronológicamente (aunque la decimotercera según el orden de lectura sugerido por la escritora). Novela que, por cierto, se alzó con el Premio Nébula cuando fue publicada, lo que ya denota que nos hallamos ante uno título de cabecera en la saga. Y es que se tratar de una novela que, a partir de una interesante y plausible manipulación genética sobre seres humanos, nos ofrece una lectura amena, mezcla de aventuras y especulaciones, y con una poderosa base científica. Aunque en mi opinión peca de liviana.

Pese a la juventud de Bujold en el momento de escribirla, la obra ya refleja los principales rasgos literarios de su autora: lectura fácil, diálogos directos, continuas aventuras y predominio del entretenimiento sobre la profundidad. Con el añadido en esta oportunidad de un elemento científico muy cuidado y muy presente: desde los agujeros de gusano, pasando por las complejas técnicas de soldadura y ensamblaje a bordo de naves y hábitats espaciales, hasta todos los detalles sobre la construcción imprevista de un espejo vórtice para la nave de Salto. Ciencia-ficción en el mejor sentido del término.

Pero además de la tecnología, la ciencia también está presente desde la misma base de la trama. Me refiero a los cuadrúmanos, seres humanos manipulados genéticamente para tener cuatro brazos en vez de dos brazos y dos piernas, y adaptarse así mejor a las condiciones de gravedad cero. En las cuales se encuentra el hábitat de GalacTech, la superempresa tecnológica que está explotando el planeta Rodeo en torno al cual orbita. El trato que reciben los primeros mil cuadrúmanos a bordo varía según los humanos con los que comparten el hábitat, por lo que cuando el avance del mecanismo de gravedad artificial les convierte en un mero recursos prescindible, el conflicto moral está servido. Y también el motor que dinamice la lectura hasta el final.

Y sin duda Bujold consigue que la novela se lea casi como un best-seller mientras seguimos las decisiones y las peripecias de su protagonista Leo Graf para salvar a sus amigos cuadrúmanos del desolador destino que ha decidido para ellos su antagonista, Bruce Van Atta. El problema de esa amenidad es que, a pesar del premio antes mencionado, se alcanza a costa de no profundizar en muchos de los elementos en juego. Tanto es así que a menudo la novela parece una obra para "young adults". Porque muchas de las reflexiones que jalonan sus páginas se comprenden, pero se habrían beneficiado de un mayor desarrollo. A menudo la acción es demasiado vertiginosa, y la escritora renuncia a relatarnos todo lo que no sea absolutamente imprescindible para seguir la trama. A modo de ejemplo, el rescate del cuadrúmano Tony del planeta Rodeo, que podría haber dado lugar a uno de los momentos de mayor controversia y dinamismo del libro, se narra a posteriori. Y a cambio Bujold dedica ese intervalo temporal de la novela a que la cuadrúmana Silver y la Señora Marchenko hablen sobre violines. Otros defectos menores son algunos pesonajes un tanto arquetípicos (en especial el malo-malísimo Van Atta), una ineptitud más allá de lo razonable en las Fuerzas de Seguridad de Rodeo, una previsibilidad latente desde que Leo toma la decisión de trasladar a los cuadrúmanos, un desenlace por fases en el que el bando de Van Atta tarda una eternidad en dar el todo por el todo, y el empleo innecesario de barbarismos.

En todo caso, el balance final de la novela es francamente positivo, gracias a un marco escénico cautivador y rigurosamente recreado, a la no por conocida menos perturbadora amoralidad de las grandes corporaciones, a los pequeños detalles que reflejan la graudal humanización de los cuadrúmanos (desde la defensa incondicional de sus descendientes hasta el recurso al sexo con los humanos para obtener beneficios materiales o inmateriales), y a pasajes de pleno disfrute, como los pilotajes de Ti a bordo de la lanzadera o la nave de Salto. Por no hablar de un desenlace frenético y en el que los distintos personajes se ven obligados a posicionarse sin excepción frente al dilema cuadrúmano.

domingo, 14 de julio de 2024

"Viaje Alucinante II. Destino Cerebro" (1987). Isaac Asimov

La entrada de hoy me permite saldar una vieja deuda que había contraído con este humilde blog. Porque cuando hace más de una década comencé mi primera revisión de las sagas más relevantes de la literatura de ciencia-ficción, tuve que dejar fuera la Saga de Viaje Alucinante, del afamado escritor estadounidense Isaac Asimov, dado que aunque había leído años atrás ambas novelas, no conservaba anotación alguna sobre la segunda de ellas: "Viaje Alucinante II. Destino Cerebro". Así que fui sincero con todos ustedes al otro lado de la red y, en vez de elaborar una reseña únicamente con lo que retenía en mi mente sobre la misma, la excluí a propósito de dicha revisión. Sin embargo, años más tarde, aprovechando un descanso vacacional, releí la novela que hoy les traigo y, entonces sí, tomé notas abundantes que me permiten hoy reseñar esta más que interesante novela como parte de mi nueva revisión de las sagas en la ciencia-ficción. Y debo adelantarles que a mi modo de ver se trata de una obra injustamente infravalorada del Buen Doctor. Quizá porque con carácter general se da por hecho el menor nivel de sus últimos años de producción, o quizá porque carece de la originalidad que veinte años antes ofrecía la que fue la primera novela de la saga: "Viaje Alucinante" (1966). Pero he de decirles que esta segunda entrega es una obra amena, científica, enriquecida con reflexiones relevantes y ciertas dosis de intriga. Y por tanto, perfectamente asimilable al resto de su producción literaria.

Para mí lo mejor de la novela es, sin duda, lo elaborado y desarrollado de su elemento científico. Aunque hasta donde sabemos la miniaturización sigue siendo imposible, en su nota inicial Asimov confiesa la incomodidad que le producía la forma en que había tratado ciertas cuestiones científicas en la primera novela de la saga (al fin y al cabo, una adaptación literaria por encargo de una película estrenada con anterioridad). Por lo que no es de extrañar el mimo que el escritor pone en esta segunda novela a la hora de conferir rigor a todas estas cuestiones: desde la pretendida relación teórica entre la disminución de la constante de Planck y el aumento de la velocidad de la luz que hace posible la técnica, hasta la recapitulación en las páginas finales sobre las propiedades de los campos de miniaturización, y cómo por ejemplo sí afectan a la interacción gravitacional pero no a la interacción electromagnética. Incluso las habilidades y los roles de los cinco tripulantes de la nave miniaturizada son no sólo razonables sino complementarios desde un punto de vista tecnológico.

Además, Asimov sabe cómo hace una lectura amena una lectura sobre conceptos tan complejos: capítulos cortos, predominio de los diálogos sobre las descripciones y los pensamientos, acontecimientos que no dejan de sucederse, nada de petulancia al escribir, incluso consigue incorporar su tan característico elemento de intriga. Que aquí surge de manera casi natural al ser su protagonista (el fracasado científico estadounidense Albert Morrison) raptado por agentes soviéticos para completar la lista de habilidades necesarias a la hora de introducirse en el cerebro del gran científico Shapirov, ahora en coma. Aunque esta contraposición Estados Unidos - Unión Soviética que sustenta la novela tal vez dé lugar también a su mayor defecto.

Y es que ese antagonismo tan propio de la Guerra Fría es extrapolado por Asimov a nuestro siglo XXI... Y claro, ello provoca irremisiblemente que la pretendida sensación de verosimilitud haga aguas. Lo cual es una pena, porque el escritor exhibe a lo largo de la misma su amplio dominio de ambas culturas, y nos ofrece varias reflexiones respecto a sus diferencias. Pero con otra potencia más pujante que la Unión Soviética en el siglo XXI (viene a la mente China) la novela indudablemente habría ganado. Siguiendo con los defectos, el otro destacable es la ausencia de un plan realista una vez la nave penetre en el cerebro de Shapirov: la presunta ambición de poder captar, no ya sus pensamientos en general, sino sus últimas averiguaciones sobre la miniaturización, resulta por completo descabellada, así que el fracaso de la expedición en este aspecto es en realidad esperable. Otros defectos menores son el surgimiento de una serie de complicaciones que fácilmente podían haberse previsto de antemano (piénsese por ejemplo en la necesidad sobrevenida de tener que renunciar a las comunicaciones con el exterior simplemente para poder dirigir la nave), o también la forma tan repentina en que Sofia Kalinin y Yuri Konve se reconcilian, o incluso la ingenuidad con la que Asimov trata aspectos informáticos (programas que no son secuencias de instrucciones sino objetos físicos, ejecutables únicamente en máquinas concretas).

A cambio, la novela está llena de buenos momentos (desde la propia introducción de la nave en el cuerpo, hasta sus peripecias con organelos primero y con moléculas más adelante). Destacar asimismo las brillantes ideas con las que los distintos miembros de la tripulación consiguen resolver los problemas que van surgiendo, así como las reflexiones geopolíticas, o sobre la ética en la comunidad científica, o incluso sobre el futuro que le puede esperar a la humanidad, y la habilidad con la que Asimov consigue que la expedición sí termine siendo un éxito a otros niveles (desde la verificación de la miniaturización como una técnica válida a nivel intracraneal, hasta la utilización del programa y las averiguraciones de Morrison con el concepto de la telepatía). Todo ello como parte de un final trepidante, con varias sorpresas, y a la vez satisfactorio a la hora de no dejar cabos sueltos. En suma, una lectura recomendable en general y prácticamente imprescindible para todos los que valoren la obra del Gran Maestro.

"El Juego de los Vor" (1990). Lois McMaster Bujold

Una entrada más prosigo con mi segundo recorrido por alguna de las sagas más relevantes de la ciencia-ficción publicadas en español . Voy a...