sábado, 8 de julio de 2023

"Un día perfecto" (1970). Ira Levin

Con la presente entrada prosigo mis reseñas en orden cronológico de las principales distopías del siglo pasado. Estamos ya en el último año de la década de los sesenta, y aunque la superpoblación seguía siendo un tema recurrente, comenzaban a abrirse paso de nuevo otras cuestiones propias del género distópico, como el control de las sociedades, o la imparable tecnificación de la mayoría de las actividades humanas. En este contexto vio la luz "Un día perfecto", del estadounidense Ira Levin. A mi modo de ver, una de las mejores distopías que les he traído a este humilde blog en los últimos meses. Y por desgracia, una de las más injustamente olvidadas. Algo a lo que seguramente han contribuido los vaivenes en su título. Inicialmente fue traducida como "Chip, el del Ojo Verde", una traducción libre de su título en inglés que respeta un aspecto esencial de la novela, pero que le resta valor, al presentarla indirectamente como una historia de aventuras. En una edición posterior sí se respetó tal cual el título original en inglés ("This perfect day"), pero en su edición más reciente y, por tanto, más accesible para el lector en español, recibió el título de "Un día perfecto", que es con el que finalmente se la estoy presentando yo por aquí. A menor nivel, quizá la novela tampoco haya provocado la impresión que debiera por haber sido escrita por un "profesional de la literatura", guionista, autor de obras teatrales... y no un hombre de vida intensa y viscerales esfuerzos literarios como George Orwell o Aldous Huxley.

En todo caso, "This perfect day" se nos presenta, más de medio siglo después de su publicación, como una distopía que parte de una sociedad tan cuestionable como cautivadora, bien desarrollada de principio a fin, capaz de equilibrar acción y especulación de manera amena, y sin defectos graves que lastren un resultado más que notable.

En un futuro no muy lejano, la humanidad gobernada por la inteligencia artificial UniComp, sin guerras ni conflictos pero sometida desde su mismo nacimiento a una falta de libertad absoluta en aras de una plena satisfacción de las necesidades básicas (la cual debería conllevar una felicidad permanente), constituye un cautivador punto de partida. La imposibilidad de cada miembro de la Familia de tomar siquiera las decisiones básicas de su vida, la homogeneización plena de los alimentos y formas de ocio, el sexo obligatorio una vez por semana, los consejeros que cada "miembro" tiene asignado para velar por su permanente adhesión al orden establecido... Levin concibe un marco global de control de las personas inquietantemente reconocible en nuestra sociedad actual. Y además, lo presenta con fluidez, de suerte que a ojos del lector aparece como un todo coherente y sin fisuras.

El escritor aprovecha perfectamente este marco escénico gracias a un protagonista meritorio: Li RM35M4419, es decir, Chip, el del Ojo Verde. Un personaje creíble, que atraviesa cuatro periodos claramente diferenciados en su vida (crecimiento, despertar a la vida, huida y regreso), los cuales le permiten a Levin estructurar satisfactoriamente la novela en esas mismas cuatro partes, para que el lector se identifique en todo momento con el crecimiento interior del personaje, desde sus iniciales cuestionamientos del orden establecido hasta su sabotaje final. Las reflexiones sobre las bondades y los perjuicios de la sociedad Unificada acompañan así de manera natural las peripecias de Chip, y los pasajes de investigaciones, de descubrimientos, de rebeldía y de huidas, alejan el fantasma del exceso de foco en el componente especulativo, que acecha a toda distopía.

Pequeños detalles favorecen asimismo la impresión final: el acertado reencuentro con algunos personajes al cabo de los años, la naturalidad con la que la inteligencia artificial permite la existencia de varias islas de "no asimilados" (en las cuales, como si de un país occidental cualquiera se tratara, los "nativos" tratan con superioridad a los "inmigrantes"), unos elementos científicos y tecnológicos que no chirrían en exceso en la sociedad futura ideada por Levin, el reemplazo de los nombres de los países y ciudades por códigos que apenas permiten identificar el continente en el que se encuentran... Hasta el hecho de que una de las partes de la novela transcurra en la isla de Mallorca ayuda al disfrute.

Entre los defectos, el grupo de rebeldes de la segunda parte se antoja relativamente acomodaticio, como si el escritor hubiera podido sacarle más partido, nos encontramos con alguna incoherencia como la mina de hierro en Mallorca, nos descoloca la facilidad con la que Chip logra desmoronar toda la estructura establecida por Wei y sus secuaces en el desenlace, o incluso nos llama la atención el escaso control en el acceso de los pasajeros a los distintos aviones a bordo de los cuales Chip logrará realizar sus viajes.

Al terminar la lectura, y aunque tal vez falte un capítulo para redondear la novela con el retorno de Chip a su hogar, la sensación de haber disfrutado de una distopía injutamiente minusvalorada es intensa. Así que si les atrae el subgénero distópico, no lo duden y háganse con un ejemplar de "Un día perfecto"; no les defraudará.

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