Una nueva entrada continúo con mi recorrido en orden cronológico por las distopías más relevantes del pasado siglo XX. Seguimos en la década de los cincuenta, más concretamente en 1953, que fue cuando se publicó "Farenheit 451", seguramente la novela más famosa y reconocida del estadounidense Ray Bradbury. Los seguidores de este humilde blog habrán observado que, pese a los doce años que lleva ya en funcionamiento, Bradbury no había aparecido aún por el mismo. Y es que, para mí, Bradbury fue uno de esos escritores cuyo reconocimiento siempre fue superior al nivel general de su producción. Una afirmación que probablemente muchos críticos y buena parte de ustedes no compartirán, pero que obedece a que, desde mi punto de vista, Bradbury se benefició siempre de una etiqueta un tanto cuestionable: el escritor de la Edad de Oro de la Ciencia-Ficción que "escribía literatura de verdad". Algo que nunca he compartido, pues para mí lo más relevante de cualquier escritor es lo que cuente, por encima de cómo lo cuente. Y coincidirán conmigo en que, en realidad, no abundan las novelas de Bradbury que le hayan sobrevivido (si bien es cierto que su producción de relatos fue comparativamente más amplia que la de novelas). Como ustedes saben, yo prefiero siempre el formato de novela para desarrollar convenientemente ideas que en los relatos apenas hay espacio para esbozar, y no soy de la opinión de que un escritor de prosa culta sea mejor literato que, por ejemplo, un escritor de diálogos largos y descripciones escuetas (me estoy refiriendo, obviamente, a Isaac Asimov, coetáneo de Bradbury, pero comparativamente denostado por su estilo literario, a pesar de que escribió muchas más novelas que le han perdurado en el tiempo). En suma, sin negar que Bradbury escribiera bien, sí me parece que sólo escribió una novela de auténtico impacto en el género de la ciencia-ficción, ésta que les traigo hoy. Y ya les anticipo que tampoco la considero una de las mejores distopías de mi recorrido.
Farenheit 451 es la temperatura a la que el papel de los libros arde. Y ésa es la premisa de la que parte esta distopía: una sociedad estadounidense futura en la que los libros han sido prohibidos, y el Cuerpo de Bomberos se ha convertido gradualmente en censurador de conocimiento, quemando a dicha temperatura cualquier libro que encuentre. Como ven, se trata de un punto de partida sugestivo, y es indudable que le permite a Bradbury generar brillantes especulaciones. Aunque también resulta algo forzada en su planteamiento, puesto que la sola carencia de libros le sirve al escritor para justificar la falta de introspección, de humanidad incluso, de su sociedad futura. Y además, la lectura se vuelve fatigosa con frecuencia.
A mi modo de ver, como les argumentaba antes, el principio de la novela resulta demasiado recargado, abusando de recurso estilísticos que dificultan el natural discurrir de la trama. Sin embargo, el escritor se apunta el primer tanto con la conversión de la función de los bomberos. Destaca especialmente el proceso narrativo seguido por Bradbury a lo largo de la historia: la integración de su protagonista, el bombero Montag, en el Cuerpo; sus inquietudes y reflexiones; la conspiración de la que forma parte; la persecución de la que es objeto; y finalmente el inicio de una nueva era. Tal esquema le facilita a Bradbury alcanzar la mayor virtud de la novela: las reflexiones acerca de un progreso sin conocimientos, el vacío interior, los convencionalismos sociales, la necesidad de pensar, de conversar, de aprovechar la vida para algo útil... Todas estas cuestiones jalonan la trama con notable acierto. Otros logros incuestionables de esta obra son la personalidad del Capitán Beatty (astuta, hábil, conocedora de la realidad desde varios puntos de vista...), y el dramatismo de dos momentos clave en la narración: el desenmascaramiento de Montag, y su posterior persecución.
Lamentablemente, son varias las lagunas que me impiden considerar esta novela como una distopía de altos vuelos: empezando por el lugar de desarrollo de la misma, que se intuye pero no se concreta; continuando por los avances tecnológicos de esa era futura (familia, Sabueso Mecánico, coche-helicóptero), de apariencia a menudo ingenua y apenas explicados, por lo que su comprensión y su efecto sobre el lector no son los adecuados; sin olvidarse de un desenlace demasiado espeso, demasiado largo y, a la vez, un tanto oscuro; y sobre todo, por sus continua menciones a una "Guerra" sobre la que Bradbury jamás proporciona ni una mínima explicación, y que, sin embargo, resulta de vital trascendencia en el final de la novela. Y es que, tal cual está presentada, el lector ve los efectos de la misma, pero no llega a imbuirse de su dramatismo.
En suma, una obra que en su momento logró un comprensible impacto por lo sugerente de su propuesta y la fama de "escritor con mayúsuculas" de su autor, pero que, tras siete décadas, ha quedado más como un compendio de reflexiones interesantes que como una distopía que, por su cercanía a la realidad y su dramatismo, logre realmente calar en el lector del siglo XXI. Aun así, recomendable para todos los que deseen profundizar en el subgénero distópico.
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