domingo, 4 de enero de 2015

La caída de Hyperion (1990). Dan Simmons

Una entrada más continúo reseñando las novelas que recomiendo leer de las principales sagas de ciencia-ficción disponibles para el lector en español. En esta oportunidad compartiré mis impresiones sobre "La caída de Hyperion", segunda novela por orden cronológico y de lectura de los cantos de Hyperion, y última que recomiendo leer de esta saga del estadounidense Dan Simmons. Como ya aclaré al reseñar "Hyperion", en realidad "La caída de Hyperion" no es una continuación, sino la segunda mitad de una novela que Simmons escribió como un todo y que, a causa de su extensión, se publicó en dos partes separadas. Ésta era la razón por la que sugería ser indulgente con el inexistente final de "Hyperion" cuando la reseñé, y también por la que es tan sencillo continuar la lectura con "La caída de Hyperion". Casi tan premiada como su predecesora, se trata de una estimable resolución de todos los enigmas y una adecuada culminación de todas las vivencias presentadas en "Hyperion". Lástima que adolezca de similares defectos.

Aunque la novela sea en realidad la segunda mitad de "Hyperion", lo cierto es que "La caída de Hyperion" arranca con una mayor preocupación por las cuestiones políticas de la Hegemonía del Hombre, y sobre todo con un nuevo personaje esencial en toda la obra: Joseph Severn, segundo cíbrido (es decir, un híbrido entre humano e IA del Tecnonúcleo) del poeta John Keats. Su concurso es determinante, porque la acción se bifurca en dos ramas relacionadas por los sueños de Keats; hasta tal punto que su muerte (acaecida en realidad a comienzos del siglo XIX) se narra como parte de los acontecimientos. Otra novedad que encontrará el lector en esta novela es la relevancia que cobra otro nuevo personaje, Leigh Hunt, asistente de Meina Gladstone.

No obstante lo anterior, los personajes de la primera parte (Weintraub, Lamia, Silenus, Kassad...) mantienen su tremenda personalidad, lo cual, unido a la habilidad de Simmons para aprovecharlos a lo largo de la novela, contribuye decisivamente a manterner el nivel de la primera parte. Además, en esta segunda parte se aprecia mejor el excelente equilibrio de poderes entre las distintas fuerzas, su interacción y sus dependencias (por un lado, la FEM/el Senado/la Hegemonía; por otro, el Tecnonúcleo/las IAs de la megaesfera de datos; y por otro, los éxters y su relación con el cónsul). Si a los elementos anteriores les añadimos las Tumbas de Tiempo, un escenario tan fascinante como bien resuelto para tratarse de un concepto tan complejo, no es de extrañar que sean frecuentes los pasajes de gran intensidad literaria (esfuerzos conjuntos de los peregrinos de la Iglesia del Alcaudón, desapariciones, combates, penurias, e incluso momentos en los que la prosa deja paso a la lírica).

Desafortunadamente, permanecen los defectos e la primera parte, y surge alguno más: los esperables momentos de relleno en una novela de más de setecientas páginas (sobre todo en el primer tercio), unas fuerzas armadas más ingenuas de lo deseable, situaciones en el límite de la ciencia-ficción (como la transmigración Hoyt-Duré), las debilidades y los comportamientos impropios del supuestamente todopoderoso Alcaudón, nuevas referencias innecesarias a la Tierra del siglo XX (Peter Pan, IBM...), las abstrusas conversaciones con la IA Ummon, una complejidad manifiesta para poder calibrar los acontecimientos que se van narrando, e incluso la repentina enfermedad de Keats. Ninguno de ellos grave, pero todos restándole puntos a la valoración global.

Pero dada la extensión de la novela, hay que reconocer que los logros prevalecen. Además de los ya señalados, debo resaltar: la magistral caracterización de los mundos de la Hegemonía (Centro Tau Ceti, Puertas del Cielo Pacem, Bosquecillo de Dios); la buena dosis de diálogos, que amenizan y alivian en parte de la complejidad de la trama; la acertada inclusión de referencias cristianas (Theilard); las alusiones científicas explícitas (Plack, el espacio-tiempo...); la explicación del papel de las IAs (resurreción de Keats, utilización de los cerebros humanos...); los estratégicamente insertados pasajes de terror; y el final (ahora sí), impactante, con varias muertes inesperadas y un tremendo esfuerzo por atar cabos. Todos ellos confirman que estamos ante una novela más que recomendable.

¿Por qué no recomiendo entonces continuar la saga con la lectura de las dos novelas restantes? Pues por tres razones: la primera y más importante, porque a pesar de ese esfuerzo por atar cabos, la lectura de "La caída de Hyperion" me dejó la impresión de que hay tantos y tan complejos elementos en juego, que lo narrado no es siempre coherente, y sólo acaba encajando porque el escritor tiene la autoridad para ello (es sólo una impresión, no gasté tiempo en confirmarla); la segunda, porque es una saga que exige un gran esfuerzo al lector para su disfrute (nuevamente la complejidad), y después de casi mil trescientas páginas leídas el esfuerzo dedicado a la saga me parecía ya considerable; y tercera, porque esas dos novelas ("Endymion" y "El ascenso de Endymion") no recibieron los mismos galardones ni una valoración tan favorable por parte de la crítica. Así que, efectivamente, nunca me he animado a leerlas, y es probable que nunca lo haga. Aunque estoy seguro que si "La caída de Hyperion" les gustó lo suficiente, muchos de Vds. no seguirán o no habrán seguido mi ejemplo.

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