Continúo con la presente entrada reseñando las novelas que he seleccionado como representativas de la alteración de la realidad en la ciencia-ficción, de la mano de Philip K. Dick y Robert C. Wilson. Voy a hablarles en la presente entrada de "Los cronolitos", del estadounidense afincado en Canadá Robert C. Wilson. Que sin ser la mejor de sus novelas traducidas al español, recibió en su momento una nominación (otra más) al Premio Hugo. Y es que su ambientación del futuro cercano, su excelente caracterización de los protagonistas y, sobre todo, la gran "coherencia" de su final la convierten en una lectura recomendable.
Quizá lo que más descoloque de "Los cronolitos" sea que Wilson no revela de manera gradual su alteración de la realidad característica y sobrecogedora, sino que en su mayor parte la desvela ya durante los primeros capítulos. Y aunque al final de la primera parte parece que va a enfocar las dos partes en las investigaciones científicas y las consecuencias militares, finalmente renuncia de manera consciente a ello y ota por mostrar las alteraciones sociales en general, y el impacto de los cronolitos en el círculo de allegados de Scotty Walden en particular. Es decir, justo lo contrario de lo que cabría esperar. Tal vez la novela habría resultado más disfrutable si el escritor hubiera optado por un enfoque más convencional, pero probablemente lo habría hecho a costa de perder parte de su originalidad.
A pesar de todo, el elemento "científico" es esencial en esta novela, y Wilson sale airoso de un concepto tan difícil de defender como los indestructibles monumentos del futuro cercano, que poco a poco van surgiendo en distintos lugares de la Tierra para mayor gloria y retroalimentación del enigmático Kevin. Cada pocos capítulos va revelando detalles sobre su naturaleza, la física que supuestamente los sustenta (hadrones, células de convección, anomalía tau negativa), los mecanismos de predicción que se desarrollan, los instrumentos que se van creando para intentar neutralizarlos... Todo ello converge en la muy poco previsible y muy elaborada resolución final, en la que las piezas encajan con una naturalidad digna de elogio.
Además, el escritor logra crear una novela de extensión suficiente con una única línea narrativa en primera persona (Scott), y con sólo un puñado de personajes (Ashlee, Adam, Kait, Hitch, Sue). Todos excelentemente caracterizados, con sus motivaciones e inquietudes, y con evoluciones en sus personalidades que los dotan de credibilidad a los ojos del lector al tiempo que aumenta el dramatismo de sus en apariencia pequeñas vidas. Porque Wilson renuncia a la obviedad de mostrarnos la reacción de los centros del poder del planeta a la alteración de la realidad que suponen los cronolitos. Y tampoco abusa de acontecimientos con los que apabullar al lector (básicamente se centra en cuatro apariciones de cronolitos: el de Chumphon al comienzo, y los de Jerusalén, Portillo y Wyoming para cerrar cada una de las tres partes de la novela).
Otros aciertos reseñables son el estilo directo de su prosa, su concisión narrativa, la gradual degradación de la sociedad estadounidense en los casi veinte años que abarca la historia (sin desdeñar las pinceladas sobre lo que está sucediendo en otras partes del planeta), y esa sensación de pesimismo al que se enfrenta la voluntad de resistencia de sus personajes, que resulta tan cercana a los lectores del siglo XXI.
No obstante, esa menor dosis de intriga en comparación con otras novelas de Wilson, ese enfoque argumental poco convencional, los lógicos altibajos en la tensión de la narración derivados de la atención tan extrema a unos cuantos personajes, y el recurso casi excesivo a las recurrentes apariciones de Hitch y Sue, penalizan en cierta medida el resultado. Aunque el clímax de su desenlace y la coherencia de su conclusión inclinan definitivamente la balanza hacia el lado positivo.
Un apasionado de la literatura de ciencia-ficción y escritor a tiempo parcial que dedica parte de sus escasos ratos libres a compartir su pasión con el resto de aficionados.
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