Una entrada más continúo reseñando las novelas que recomiendo leer de las principales sagas disponibles para el lector de ciencia-ficción en español. Llega el momento de reseñar "Fundación y Caos", del estadounidense Greg Bear, segunda novela en orden cronológico y de lectura de la segunda trilogía de la Fundación, la extensión de la saga acometida años después de la muerte de Isaac Asimov tras la pertinente autorización de sus herederos. Como ya dije al reseñar la primera de las novelas de esta segunda trilogía ("El temor de la Fundación", de Gregory Benford), el resultado de la misma no me parece equiparable en calidad ni en disfrute a la saga original. Pero sin llegar a las cotas de excelencia de las mejores novelas de aquélla, "Fundación y Caos" me parece un acercamiento a su universo sólido y creíble, en el que el a veces falto de chispa Greg Bear se muestra en notable buena forma, y resulta capaz de aportar a la serie una novela incuestionablemente superior a la de Benford.
Tres son las razones principales por la que la aportación de Bear es claramente superior. En primer lugar, porque recrea con más habilidad, respetando mejor su personalidad, varios de los personajes esenciales en la última etapa del Imperio Galáctico (el ya anciano Hari Seldon, su nieta Wanda, Daneel...) y los rodea de un elenco de personajes de patrones netamente asimovianos (Klia Asgar, R. Lodovik Trema, R. Plussix...), lo cual le permite construir en diversas líneas narrativas todo un espectro de intrigas y poderes encontrados plenamente alineado con los del Buen Doctor. En segundo lugar, porque los simulacros Voltaire y Juana de Arco, que tan farragosamente incorporó Benford a la saga para aumentar el peso de las inteligencias artificiales en la misma, quedan aquí postergados a un merecido segundo plano. Y en tercer lugar, por la propia habilidad literaria de Bear: menos pirotécnico y más modesto que Benford, da más protagonismo a las conversaciones a la vez que respeta la estructura en capítulos cortos tan característica de la saga.
Aparte de las mejoras comparativas respecto a su predecesora, la obra posee sus propias virtudes intrínsecas. Bear sitúa con naturalidad la novela en el periodo en que el Imperio Galáctico está a punto de desintegrarse bajo el mando del emperador títere Klayus I y su ministro Linge Chen, muy cercano en el tiempo al primer relato de la novela "Fundación" (llamado "Los psicohistoriadores"), y la encaja hábilmente con los acontecimientos narrados en "Preludio a la Fundación" y "Hacia la Fundación", prestando especial atención a la "vertiente robótica" de la saga. Así, el enfrentamiento entre los robots giskardianos y los calvinianos a causa de la controvertida Ley Cero de la Robótica que nos relata, estaba ya latente en la saga original, pero nunca se había expuesto con tan elocuente claridad. Y con el añadido de una visión enriquecida de sus facetas robóticas (chequeos de programación, acciones de diagnóstico y reparación...). Además de lo anterior, y sin apabullar al lector, Bear respeta el elemento científico y tecnológico, acordándose de introducir varios gadgets cien por cien asimovianos.
Otros aciertos son su habilidad a la hora de revisitar varios de los distritos emblemáticos de la ciudad-mundo de Trántor, e incorporar con mayor inspiración que Benford otros nunca desvelados hasta ahora. También dos personajes excelentemente caracterizados: el ambiguo, poderoso y sagaz Linge Chen, un personaje presentado por Asimov en "Fundación" pero que hasta ahora no había sido desarrollado en la saga; y la inquieta mentálica Klia Asgar. Asimismo debe resaltarse la habilidad de Bear para que la novela resulte amena a pesar de su notable extensión. Y algunos episodios que perviven en la memoria del lector tiempo después de haber terminado la lectura, especialmente el episodio en el cual todas las fuerzas presentadas confluyen en la Sala de Dispensas, excelente en su concepción y muy cuidado en su presentación.
En el capítulo de los defectos, citar fundamentalmente dos. El primero, que el punto de partida que da lugar a la novela es demasiado débil, ya que se trata de un juicio muy similar a los que ya sufrió Hari Seldon en "Hacia la Fundación". Y el segundo, que durante toda la novela existe ua cierta confusión con respecto al conflicto de poderes que la sustenta. En mi opinión Bear no tiene el mismo talento que Asimov para presentarnos nítidamente todos los rasgos y motivaciones de cara bando, ni para extraer unas conclusiones definitivas tras el desenlace (es probable que al lector no entienda bien qué puertas ha dejado abiertas tras el mismo). Otros defectos menores son la existencia de episodios ya narrados por Asimov en "Hacia la Fundación" (por ejemplo, se vuelven a relatar las grabaciones realizadas por Seldon), la manera como finiquita a algunos personajes que a lo largo de la novela han tenido mucho peso (Farad Sinter, R. Plussix), y la ausencia del elemento sorpresa en el desenlace, tan esencial en casi cualquier novela de Isaac Asimov. Defectos que en todo caso no me impiden considerarla como la mejor de las tres novelas de la segunda trilogía, como tendré ocasión de argumentar dentro de unos días cuando reseñe "El triunfo de la Fundación".
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