Quizá para algunos aficionados a la ciencia-ficción su marginalidad constituya un atractivo adicional. Pero para mí es una pena que su conocimiento sea patrimonio de una minoría, y que el mero hecho de reconocerme aficionado provoque un arqueo de cejas en más de uno de mis interlocutores. Reflexionando sobre ello he llegado a la conclusión de que son varias razones han contribuido a este estado.
En primer lugar, la propia definición del género: ciencia-ficción. Y es que la palabra ciencia ya supone un freno para muchos potenciales lectores, de forma similar a otras palabras que provocan rechazo actualmente como ejército o religión. Por más avances tecnológicos que se incorporen a nuestras vidas, y por más que dichos avances se fundamenten en el conocimiento científico, una amplia mayoría de la población es profundamente ignorante de cualquier rama científica (desde la Física hasta la Economía). E incluso se disculpan con el manido "es que soy de letras", cuando no se jactan de ello. Y claro, el que haya unas "letras" (entiéndase, una literatura) que se basa en los conocimientos científico / tecnológicos escapa a su percepción del género literario.
Otra es la nefasta influencia del mundo del cine. Sin llegar al extremo de Isaac Asimov (quien protegió sus novelas de ciencia-ficción con todos los medios a su alcance para evitar que se adaptaran a la gran pantalla), pienso que "el séptimo arte" ha ofrecido una imagen desoladora de la ciencia-ficción. Con alguna excepción reseñable (2001, Blade runner), sus adaptaciones han oscilado entre lo ridículo y lo trivial (de Yo, Robot a Tropas del Espacio), se han focalizado en los efectos especiales frente a su faceta especulativa, y han optado por el subgénero más liviano de cuantos conviven dentro de la ciencia-ficción: la space-opera de buenos y malos (piénsese en La Guerra de las Galaxias o en Star Trek). De tal manera han escorado su visión que pienso que una mayoría del género femenino lo considera un género para hombres, obviando que muchas mujeres han alcanzado auténticos hitos con sus obras de ciencia-ficción (de Ursula K. LeGuin a Connie Willis).
Y otra es la competición por el mismo público que lee novelas de fantasía. Son muchos los escritores de ciencia-ficción que también escriben novelas de fantasía (desde Robert Silverberg a George R.R. Martin). Y en su mayoría lo hacen como una manera de "relajarse" después del esfuerzo que les ha supuesto escribir muchas obras de ciencia-ficción. Es decir, como una creación "menor" que les permite seguir ocupados, como hacía ya hace más de medio siglo Isaac Asimov con sus obras juveniles de Lucky Starr, mientras esperaba la inspiración que años después le permitió completar la excelsa Los Propios Dioses. Ahora bien, paradójicamente esas obras de fantasía gozan habitualmente de un reconocimiento mucho mayor que sus obras de ciencia-ficción, lo que invierte la relación esfuerzo - éxito y pervierte la percepción del escritor.
Como confío en que Vd., amigo lector, es de los que prefiere que la justificación del desenlace sea un agujero de gusano que ha realizado un viaje relativista que una pócima mágica que permite el viaje en el tiempo, le animo a seguir leyendo este blog.
Un apasionado de la literatura de ciencia-ficción y escritor a tiempo parcial que dedica parte de sus escasos ratos libres a compartir su pasión con el resto de aficionados.
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