domingo, 10 de julio de 2011

Por qué tiene tanto mérito escribir ciencia-ficción

El lector habitual de ciencia-ficción (como es mi caso) encuentra a menudo insuficiente la literatura "generalista" (o mainstream, en inglés), por un número no desdeñable de razones, entre las que suelen descatar dos: un entorno (físico, temporal, histórico) ya conocido y una falta consciente de justificaciones para acontecimientos esenciales en la trama. Así, son cientos las novelas que transcurren en la Nueva York del siglo XX, y es pues difícil que lo que en la obra en cuestión se trate resulte atractivo; y basta con recordar La metamorfosis de Franz Kafka para entender que no hay ni el más mínimo atisbo de justificación para la transformación del protagonista que dé verosimilitud a lo narrado.

Siguiendo con el ejemplo, la literatura de ciencia-ficción ha presentado a menudo la ciudad de Nueva York, pero siempre bajo un prisma diferente, que incluye realidades alternativas, otros regímenes de gobierno, otros marcos temporales... Y en cualquier obra de ciencia-ficción que se precie, la elaboración de una o varias teorías científicas verosímiles que den sentido a los acontecimientos es una condición indispensable. Como vemos, va mucho más allá.

Mirando desde una perspectiva amplia, entenderemos por qué a mi modo de ver la ciencia-ficción es la literatura más compleja de escribir: no basta con conocer en profundidad un país, una serie de ciudades o de parajes en uno o varios periodos temporales presentes o pretéritos, y situar en ellos el devenir de unos personajes más o menos convincentes. No, hay que crear prácticamente desde cero un marco escénico nuevo, en la Tierra o en cualquier otro lugar del universo, y caracterizar científicamente sus diferentes facetas: su biología, su tecnología, su sociedad, sus valores, su filosofía, su gobierno, su climatología... Sólo cuando se tiene ese marco creíble llega el momento de introducir unos personajes, a los que también habrá que tratar desde un punto de vista riguroso y no sólo desde el habitual enfoque literario. ¡Casi nada!

No es de extrañar, pues, que sean muchos los escritores de ciencia-ficción que, una vez creado dicho marco (tras un esfuerzo titánico, a menudo de varios años), y en vista de las numerosas posibilidades narrativo-especulativas que ofrece, vuelvan a él una y otra vez. Y si además cuentan con el beneplácito del público, es casi algo obligado.

Lamentablemente el crítico habitual y el lector estándar de literatura general no llegan en ningún momento a atisbar siquiera el esfuerzo extra que supone crear este tipo de literatura. O lo que es peor, tal vez son conscientes de dichas capacidades adicionales, pero son ellos quienes no se consideran a la altura de tamaño desafío y, ante la perspectiva de no poder comprender lo que se les ofrece, simplemente ignoran todo lo que contenta la etiqueta ciencia-ficción. ¡No saben lo que se pierden!

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