domingo, 8 de abril de 2018

Todos sobre Zanzíbar (1968). John Brunner

En esta nueva entrada continúo con mi reseña de novelas ganadoras y nominadas de los premios Nébula en la década de los sesenta. Voy a hablarles en esta oportunidad de "Todos sobre Zanzíbar", quizá la novela más conocida del británico John Brunner (una de las nominadas a los premios Nébula de 1969, cuya vencedora fue "Rito de paso", de Alexei Panshin, que no he tenido oportunidad de leer). Se trata de una distopía ambiciosa, muy extensa y rica en personajes y puntos de vista, que a pesar del tiempo transcurrido desde su creación sigue de plena actualidad, y que resulta más disfrutable de lo que cabría esperar si tenemos en cuenta lo ambicioso de su planteamiento. Tan disfrutable que en años posteriores dio lugar a dos novelas relativamente relacionadas ("Órbita inestable" (1969) y "El rebaño ciego" (1972)), hasta conformar la llamada Trilogía del desastre de Brunner.

Su rabiosa actualidad es fácilmente comprensible si tenemos en cuenta que Brunner sitúa la narración durante el siglo XXI y, con unas dotes premonitorias incuestionables, centra la narración en las tres fuentes principales de poder de nuestros días (los gobiernos, los medios de comunicación y las multinacionales), y les contrapone un exceso de población en el planeta que hace sufrir a nuestro planeta y del que no estamos demasiado lejos. Y para que la panorámica resulte lo más amplia (y ambiciosa) posible, estructura la novela en nada menos que ciento diecinueve capítulos breves que se adscriben a una de estas cuatro categorías: "Contexto", "Las cosas que pasan", "Viendo primeros planos" y "Continuidad". Categorías que se van sucediendo a lo largo de la novela sin un orden fijo, en lo que constituye todo un alarde de originalidad pero también un riesgo de desorientar al lector.

Y es que el mosaico de personajes y situaciones con el que Brunner abruma al lector nada más comenzar la novela puede resultar una barrera para afrontar con buena disposición su lectura. A mi modo de ver, para disfrutar de una obra tan visionaria y a la vez tan compleja es necesaria una cierta madurez del lector en el ámbito de la literatura de ciencia-ficción. Porque a veces lo que nos relata el escritor puede resultar un tanto confuso, y a pesar de todas las cosas interesantes que se cuentan, puede ser fácil perderse. Menos mal que algunos personajes aparecen regularmente, lo que permite al lector "asirse" a ellos para no perder el norte: Donald Hogan y Norman Niblock House en "Continuidad" (que podríamos definir como lo más parecido a la línea argumental principal de la novela), y el escritor Chad Mulligan en "Contexto".

La novela no carece, además, de defectos claramente perceptibles. El más obvio de todos es el esfuerzo permanente por impactar (baste recordar aquí los capítulos estructurados en tres columnas a modo de tabla, el provocativo juego con la iconografía cristiana, los sustantivos que crea yuxtaponiendo otros, el análisis de los más pequeños detalles, incluso el recurso a sonetos para ilustrar mejor el contexto); no puede negar que es un claro producto de los excesos de la New Wave, tan en boga por aquel entonces. Otro punto en contra es que no es casi hasta la mitad de la novela cuando Brunner empieza a relaconar los distintos frentes planteados, y eso ya puede resultar muy tarde. También es excesiva en mi opinión cierta tendencia a cebarse en la violencia, por ejemplo describiendo las armas empleadas con mucho detalle o enumerando los más diversos mecanismos de destrucción. Y en general, algunos capítulos son arduos de digerir y algunas situaciones difíciles de aceptar.

A cambio, la novela mantiene su vigencia no sólo a causa de sus muchas predicciones correctamente encaminadas, sino también por todo lo que da que pensar. Como por ejemplo los Estados Unidos de la segunda década del siglo XXI, tan atiborrados de ciudadanos que cualquier mecanismo (desde la selección genética hasta la eugenesia más cruda) parece justificado. O el papel que desempeñan las naciones inventadas de Beninia (el equivalente de una Suiza africana de espectacular desarrollo gracias a la acción de la multinacional Técnicas Generales), y de Yatakang (un ficticio país del Sureste de Asia que sirve de marco para investigar un supuesto avance revolucionario en el campo de la eugenesia). A menudo la panorámica distópica está conseguida, y en general abundan las reflexiones, muchas de ellas perfectamente válidas en nuestros días. También los buenos momentos, como el del capítulo 36 de "Continuidad", en el que el escritor capta perfectamente la tensión dialéctica entre el hombre y la máquina. Sin descuidar por ello a sus personajes, cuyas historias Brunner se encarga de cerrar en el tramo final de la novela. Ni la mirada a otros países, gracias a las frecuentes pinceladas que ofrece el escritor en "Las cosas que pasan". Todo ello refleja un trabajo tan concienzudo como loable.

Antes de terminar, citar dos curiosidades: la primera es el mal lugar en el que deja a España, presentada como una monarquía ultracatólica y reaccionaria dentro de Europa; y la segunda, el ingenioso detalle de cerrar la novela con un mensaje de "sus patrocinadores" (si tras esta entrada se animan a leer "Todos sobre Zanzíbar", comprenderán a qué me refiero).

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