Una vez concluida mi serie de entradas dedicada a las ucronías, abro con la presente entrada un nuevo tema con el que seguir ampliando la perspectiva de los lectores de este humilde blog sobre el maravilloso género de la literatura de ciencia-ficción. En esta oportunidad voy a tratar de un ámbito que en mi opinión aún no ha alcanzado (a diferencia de las ucronías) la categoría de subgénero, pero que está relacionado con ellas y posiblemente con el tiempo llegue a alcanzarlo, habida cuenta de los frutos que ya ha producido. Me refiero a la exploración de las situaciones a las que conduce la alteración de la realidad, que la ciencia-ficción lleva décadas explorando con fascinantes resultados. Y lo voy a hacer de la mano de los que para mí son los dos mayores exponentes de esta alteración de la realidad dentro el género: los estadounidenses Philip K. Dick y Robert C. Wilson.
Lo interesante de enfrentar a estos dos escritores radica en que su aproximación a la alteración de la realidad es tan diferente como reconocible. Dick es un escritor mundialmente famoso por esas novelas, situadas en un futuro no muy lejano y protagonizadas por personajes que distan mucho de los héroes convencionales, que comienzan presentándonos una realidad reconocible y aceptable para, gradualmente, ir introduciendo inquietantes elementos de otra realidad, a menudo sólo perceptibles por uno o un número reducido de personajes, hasta crear una atmósfera asfixiante en la que el cuestionamiento de todo lo presentado es absoluto. Mientras que Wilson, aunque también suele decantarse por situar sus novelas en un futuro cercano y partir de escenarios relativamente cotidianos, presenta la alteración de la realidad como un fenómeno a gran escala, incuestionable, que sucede de pronto, y obliga a sus personajes a unas experiencias vitales trepidantes, que jamás esperaron vivir.
En mi opinión, lo más fascinante de las novelas de realidad alterada de Dick es la manera como consigue que el lector se zambulla en el caos creciente, y no sólo no se desoriente y desinterese, sino que disfrute con ello. Y es que Dick sabe en sus mejores novelas mantener un mínimo de elementos de referencia ambientales y la suficiente coherencia argumental para que sus obras no desentonen en un ámbito que debe ser tan riguroso como la ciencia ficción. Mientras que lo más fascinante de las novelas de realidad alterada de Wilson es lo impactante de sus alteraciones, y cómo a partir de esas se desarrollan auténticos thrillers, llenos de tensión e intensidad, y a menudo con desenlaces sorprendentes.
Aunque ambos autores no llegaron a publicar sus novelas simultáneamente (Dick falleció en 1982 y Wilson publicó su primera novela en 1986), por lo que no podemos hablar de imitaciones ni influencias directas, comparten varios aspectos. Entre ellos su personalidad acusada y fácilmente reconocible a la hora de escribir. También la innegable concisión de sus novelas, independientemente de que abarquen uno o más hilos argumentales, con capítulos relativamente cortos y un ritmo narrativo alto. Y uno adicional y relativamente curioso: que su bibliografía ha sido reconocida con un número de premios sensiblemente menor que la relevancia que han alcanzado (algo especialmente notorio en el caso de Dick, que cuenta con una auténtica legión de escritores imitadores).
No todas las obras de Philip K. Dick encajan por igual en esta realidad alterada. Y de ellas, no todas brillan al mismo nivel. Por lo que no voy a presentarles un repaso exhaustivo a su bibliografía (que está traducida íntegramente al español), sino una selección de sus novelas más representativas en este ámbito, que cronológicamente abarcan desde 1959 a 1974. En cambio Robert C. Wilson ha sido hasta la fecha un lector con menos suerte en su bibliografía en español (menos de un tercio de sus novelas han sido editadas), por lo que voy a presentarles todas sus obras traducidas, dado que a mi modo de ver todas ellas encajan con naturalidad en esta realidad alterada.
Las novelas que voy a reseñar de Dick en este ámbito son las siguientes:
Tiempo desarticulado (1959)
El hombre en el castillo (1962)
Los tres estimas de Palmer Eldritch (1964)
Tiempo de Marte (1964)
Dr. Bloodmoney (1965)
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968)
Ubik (1969)
Fluyan mis lágrimas, dijo el policía (1974)
Y de Robert C. Wilson, las siguientes:
Nómadas (1989)
Mysterium (1994)
Darwinia (1998)
Los cronolitos (2001)
Testigos de las estrellas (2003)
Spin (2005)
Varias de estas novelas ya han sido reseñadas en este mismo blog por una u otra razón, por lo que ya he incluido los enlaces a dichas reseñas. En meses venideros reseñaré solamente aquellas de las que aún no les he hablado.
Un último apunte: la idea de emparentar y a la vez enfrentar los enfoques que siguen estos dos escritores a la hora de alterar la realidad es enteramente mía. Desconozco si alguien más habrá hecho este ejercicio previamente, ni si los eruditos del género considerarán una aberración este enfrentamiento. Pero espero que si siguen esta entrada y las novelas que les presente terminen compartiendo las razones por las que los he enfrentado.
Un apasionado de la literatura de ciencia-ficción y escritor a tiempo parcial que dedica parte de sus escasos ratos libres a compartir su pasión con el resto de aficionados.
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