lunes, 10 de junio de 2024

"Estrella brillante" (1971). Hal Clement

Con la entrada que hoy les traigo damos comienzo al recorrido que les proponía retomar en mi anterior entrada sobre muchas de las sagas más relevantes de la literatura de ciencia-ficción. Siguiendo como es habitual un estricto orden cronológico, voy a hablarles hoy de "Estrella Brillante", la obra con la que en 1971 el estadounidense Hal Clement convirtió su novela más famosa ("Misión de Gravedad", uno de los mayores clásicos de la ciencia-ficción dura) en una saga, la Saga de Mesklin. Llamada así en honor a los mesklinitas, unos alienígenas que, junto con los seres humanos, comparten el protagonismo de las dos novelas de la saga. Curiosamente, en España la saga se publicó en orden inverso: durante muchos años "Estrella Brillante" fue la única novela disponible para el lector en español, hasta que en los años noventa Miquel Barceló corrigió ese desatino publicando la primera novela, que en Estados Unidos había visto la luz nada menos que diecisiete años antes de su secuela. Lo del orden inverso todavía tendría un pase si la relevancia de "Estrella Brillante" hubiera alcanzado al menos la de su predecesora, pero desgraciadamente no era éste el caso: aunque fue nominada para los Premios Hugo de aquel año, quedaba bastante lejos de los logros de áquella. Y es que se trata de una continuación coherente desde el punto de vista argumental, y sugerente desde el punto de vista especulativo, pero que devalúa los hallazgos de su predecsora y al mismo tiempo potencia sus defectos.

El encaje de la novela respeta el final de "Misión de Gravedad": como acordaron al final de la misma, los humanos fueron transfiriendo a los mesklinitas durante las siguientes décadas parte de sus conocimientos científicos y sus avances tecnológicos, y a cambio ambas especies colaboran en el presente de la novela en la exploración de Dhrawn, un planeta gigante (o una enana marrón, eso es parte de lo que la misión debe determinar) cuyas condiciones de vida en superficie son demasiado extremas para los seres humanos, pero no para los alienígenas. Aspectos como su lenta rotación, su extrema gravedad o la mezcla de amoníaco y agua que compone su atmósfera constituyen un marco escénico cien por cien Clement, tan infrecuente como sugestivo.

Además de este respeto por la primera entrega de la saga, el autor recupera a dos de sus personajes mesklinitas clave: el capitán Barlennan y su primer oficial Dondragmer, y nos cautiva con el Kwembly, un singular vehículo de exploración en el que cohabitan motores de fusión con las más elementales cuerdas y poleas, y a bordo del cual un destacamento mesklinita va recorriendo la superficie de Drawn. Dada su lenta rotación, la órbita geosíncrona sobre la que se localiza la base humana produce una demora de un minuto en las comunicaciones entre el planeta y la estación orbital, y ello propicia lo que en apariencia podría constituir un acierto adicional de esta novela: las especulaciones sobre la comunicación entre dos especies que ya no se encuentran tan distantes desde un punto de vista evolutivo.

He empleado el condicional en mi anterior frease porque en realidad este potencial hallazgo se convierte, en manos de un Clement en horas bajas, en uno de los lastres de la novela: los diálogos entre distintos humanos y mesklinitas pasan a acaparar la mayor parte de la narración, y los acontecimientos se desplazan a un inesperado segundo plano. En realidad, apenas sucede nada en toda la novela: el Kwembly encalla y recupera la movilidad un par de veces, se desvelan parte de los planes de Barlennan de establecer una colonia mesklinita al margen de los humanos, y prácticamente eso es todo. Pero por si esta carencia de sustancia fuera poco, los personajes a bordo de la estación espacial no son simplemente esquemáticos (como cabría prever), sino escasos respecto a las funciones necesarias a bordo, y mayormente inverosímiles. Porque no cabe calificar de otra forma a Benj Hoffman, el chaval de diecisiete años que inusitadamente se comunica con los meskilinitas más que ningún otro humano, y que parece tener todas las buenas ideas a bordo. Ni que sean los tres Hoffman (el matrimonio compuesto por Ib e Easy, más Benj) quienes acaparen todas las discusiones y reflexiones en la nave. Como tampoco la pobreza de medios y la nula capacidad de acierto del meteorólogo McDevitt y sus ayudantes.

Otros defectos perceptibles de este libro son su ritmo narrativo (penalizado además por unos capítulos excesivamente largos para su escaso contenido), el continuo recurso a la ocultación de información entre ambas especies como forma de provocar un no del todo conseguido ambiente de intriga, la dificultad para localizar y reconocer a las diversas expediciones mesklinitas en las distintas partes de Dhrawn, y un desenlace muy pobre: unas cuantas páginas en las que de pronto la narración se acelera tanto que cuesta seguirla, y una mera interrupción apenas aclaratoria en sus últimos párrafos.

Como pueden ver, esta segunda novela deja bastante que desear respecto a su hermana mayor, así que sólo la considero apta para interesados en conocer cómo Clement convirtió su obra más famosa en una saga.

"Estrella brillante" (1971). Hal Clement

Con la entrada que hoy les traigo damos comienzo al recorrido que les proponía retomar en mi anterior entrada sobre muchas de las sagas más...